miércoles, 16 de mayo de 2012

Realidad pública y realidad publicada

En telediario de hoy mismo nos cuenta el locutor sin perder la sonrisa que el 22% de los españoles han caido por debajo del nivel de la pobreza y que su nivel de alimentación se situa en el mismo rango de los países subdesarrollados.

A continuación nos informa de que la obesidad infantil se ha convertido en una plaga y afecta a casi un tercio de los niños españoles.

La primera información proviene de Cruz Roja y adjunta una llamada para conseguir donativos ante la situación de emergencia.

La segunda proviene de una asociación dedicada a la salud infantil, e igualmente contiene un llamamiento, esta vez a las autoridades para que no olviden este grave problema, (y retiren las subvenciones a la asociación).

Y es que dado el escaso nivel de las redacciones de los periódicos. informativos audiovisuales y otros medios, se despacha la información sin no solo no filtrarla adecuadamente, sino que incluso no se comprueba que se contradiga en el mismo espacio.

Porque como yo nací en 1952, y viví mi infancia en aquellos años 50 de ingrato recuerdo, se positivamente que pobreza y obesidad son incompatibles.

Efectivamente hoy sorprende ver gente pidiendo limosna con un mas que sorprendente buen estado de salud, y unas barriguitas mas que incipientes en muchos casos.

Los pobres de los años cincuenta estaban demacrados y macilentos, y sus ropas eran harapos.

Ni que decir que en los campos de concentración, de cualquier nacionalidad, no había problemas de obesidad.

Seguro que los que construyeron el Valle de los Caidos no tenían problemas de sobrepeso.

Es mas, en aquellos años cincuenta era muy raro que incluso en colegios de la clase media hubiese niños obesos, y si alguno había era una rareza y víctima de enfermedad.

Lo mismo sucede con la ropa y con tantas otras cosas. Los pobres de hoy son mucho mas ricos que los pobres de los cincuenta, e incluso que muchos de los que se creían entonces en la clase media.

Cuando hoy día hablamos de pobreza y de emergencia estamos dando a las palabras un uso torticero que puede volverse contra quienes las usan tan alegremente cuando realmente tengamos que hacer frente a problemas reales.

La pobreza de medios de las redacciones periodísticas unida a la pujanza de la comunicación corporativa de las ONG crean una realidad publicada que resulta grotesca y deforme como la imagen de los espejos de callejón del gato en Madrid.

Desde luego que hay problemas en España, de pobreza y de obesidad infantil, pero el uso escesivo de los superlativos, y el deseo de convencer de la bondad de la causa que cada cual defiende, generan una realidad caricaturizada y al final incompatible con la realidad real, valga la redundancia.

Así que entre la profusión de discursos falsarios de políticos y periodistas afectos, y la multiplicación de los llamamientos a la donación de nuestros excedentes monetarios, no hay medio de comunicación que no parezca una mezcla de sermón apocalíptico, y consecuente pasada del cepillo de los donativos.

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