miércoles, 18 de septiembre de 2013

¡Animales!

Copiando a Carlos Sobera, y en un intento por seguir el "trending topic del día" o sea, lo del "toro de la vega", yo también me uno al coro de los que manifiestan su asco y su desolación ante semejante espectáculo.

Yo no creo que los españoles seamos más viles y abyectos que los naturales de otras latitudes.

Me parece que la historia, incluso la reciente, y la psicología por lo menos desde Freud, han dejado claro que los seres humanos tenemos un lado oscuro que se manifiesta con violencia especialemnte cuando estamos sumergidos en la masa.

Así, todos hemos podido experimentar la corriente poderosa de los sentimientos colectivos en un partido de futbol, donde los árbitros se convierten en chivos expiatorios de las frustraciones cotidianas, o el sentimiento de poder que se experimenta cuando se marcha en una manifestación multitudinaria.

No podemos evitar sentir esas manifestaciones de irracionalidad que, en manos de líderes irresponsables o malévolos, han causado tantas desgracias y aberraciones, desde la quema de brujas a los linchamientos en Mississippi.

De vez en cuando la locura se apodera de una población y el mal campea sin posibilidad de pararlo.

No es algo que podamos evitar aunque sea, naturalmente, indeseable.

La cuestión en lo que respecta al "toro de la vega", es que se trata en primer lugar de un fenómeno convertido en tradición.

Y lo segundo, es que cuenta con la cobertura de las administraciones públicas.

Eso es lo que lo hace un espectáculo repugnante, moralmente insostenible y envilecedor, tanto para los que lo cometen, como para los que lo contemplamos impotentes.

Los efectos que haya podido causar ya en la población de la comarca son indelebles.

El encanallamiento, la apoteosis de la cobardía y el ensalzamiento de la crueldad gratuita, son afecciones que a buen seguro han enturbiado ya de forma irreversible, el caracter de generaciones de tordesillanos.

Esa lepra del alma que les corroe no creo que tenga solución y les retrata como una sociedad enferma y repulsiva.

Creo que es deber de, por lo menos todos los castellanos, erradicar semejante aquelarre de maldad insensata, y exigir a los políticos que nos eviten la vergüenza colectiva de ser asociados a semejante turba de criminales.  

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