martes, 7 de abril de 2015

El cazador cazado

Entre las pavadas mas grandes cometidas por el gobierno zapatitos estuvo la Ley de la Violencia de Género, una de las fórmulas que aquel bobainas de presidente se sacó de la manga en su intento por transformar el Partido Socialista en un partido buenista-feminista.

Por eso resulta hoy particularmente chocante y aleccionador a la vez que el autor material de aquella fechoría jurídica, todavía en vigor ya que nadie se atreve a ir contra el feminismo, haya caído en las redes que él creó cuando era el entusiasta paladín del zapaterismo.

Juan Fernando López Aguilar se ve hoy en la situación a la que ha condenado a tantos hombres enfrentados a acusaciones semejantes en procesos de divorcio o pre-divorcio.

Y ahora tendrá que pasar por el mismo calvario que tantos otros han tenido que recorrer hasta que se reconozca o no si hubo violencia genuina o se trata de una venganza o una estrategia para sacar un buen divorcio.

Pretender eliminar la violencia doméstica mediante leyes especiales crea un caldo de cultivo en el que crecen y se desarrollan animales muy raros y peligrosos.

Basta recordar que la Ley Seca comenzó siendo precisamente una ley para tratar de mitigar la violencia doméstica.

Y es que a pesar de lo que les gusta tanto a los políticos, es decir, crear leyes para todo y para todos, basta una buena ley lo suficientemente general y un poco de sentido común en su aplicación.

Y la violencia no necesita apellidos.

Es la misma fuerza oscura que yace en nuestro interior y que sale a relucir en situaciones en las que la frustración, el miedo, la ira y otros disparadores la exteriorizan.

Y que suele manifestarse de los fuertes contra los débiles, pero también en sentido inverso.

No podemos evitar su aparición que pertenece al reino de nuestro cerebro, (y de nuestra herencia genética), pero desde el Código de Hammurabi hace cinco mil años se ha perseguido y castigado.

Pese a la retórica feminista, todo el mundo sabe que no se puede hacer como también sabemos lo que hay que hacer.

Y todos sabemos que la violencia no es buena. (Hasta los mas bestias). Y deberíamos saber que con el Código Penal de toda la vida se pueden tratar todos los crímenes.

Cuando pretendemos regular hasta el mas mínimo resquicio por el que se pueda escapar la violencia hacia un colectivo específico, lo que hacemos en realidad es crear condiciones que en lugar de modificar la naturaleza humana simplemente lo que modifican es el equilibrio de poder entre unos grupos y otros.

Y modificar esos equilibrios mediante la alquimia legislativa no conlleva necesariamente cambios en la naturaleza humana.

Solo pone a unos colectivos determinados en una situación de mayor indefensión.

Y en este caso ese colectivo son los hombres.

Como acaba de aprender en sus propias carnes el señor López Aguilar.

Que aunque resulte mas inocente que el niño Jesús, a ver quien le quita ahora el sanbenito de ser un maltratador.  

   

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