En este país de nuestros pecados se puede hablar de todo....menos de lo que de verdad nos importa.
Los medios de comunicación están repletos de naderías inventadas en los "think tanks" de los partidos y otras instituciones, y la discusión de esas naderías, que a nadie le importan absolutamente nada, por ejemplo la sucesión en la secretaría general del PP, ocupan páginas y páginas o minutos y minutos de "prime time".
Pero si a alguien se le ocurre hablar de un tema como la mendicidad en las calles de Madrid, del que todo el mundo habla en privado, se organiza un gran bochinche escandalizado en el que todas las "hermanas de la caridad" y oenegeros varios se desgarran las vestiduras, como si se hubiese transgredido la línea roja de lo indecible.
Debe ser una vez mas un dilema wittgensteniano, o sea que como dijo el filósofo austriaco, "de lo que no se puede hablar hay que callar".
Hay que callar que las calles de Madrid parecen la corte de los milagros. Hay que callar que hay organizaciones profesionales de mendigos. Hay que callar en los parques públicos se reúnen para emborracharse, defecar y dormir.
Hay que callar que organizan campamentos en lugares públicos, que "okupan" edificios y que constituyen focos de todo tipo de infecciones, aparte los robos, hurtos o como lo quieran llamar los bienaventurados jueces españoles.
Hay que callar que el centro de la ciudad está tomado por mendigos y que es imposible salir a la calle sin ser interpelado varias veces al día por mendicantes de todas las razas o por representantes de ONGs que piden para aliviar los diversos males del mundo.
Creo que desde el siglo XIX no se había visto nada semejante en Madrid: lisiados arrastrándose, embarazadas balbucientes, malencarados limpiando parabrisas de forma amenazante, alcohólicos dando tumbos, cantantes desafinados y acordeonistas monocordes, rebuscadores de basuras, recolectores de productos caducados a la puerta de los supermercados, africanos con gorrita o sin ella, y un sin fin de variantes, entre las que destacaría la de jubilados españoles que quieren compensar sus pensiones, o que se aburren en casa.
Los comedores sociales no dan abasto.
Los bancos de alimentos echan humo.
Y todos y todo se justifica por "la crisis".
Yo comienzo a creer que estamos siendo víctimas de una invasión de "body-snatchers" y que todos esos mendigos que vemos por todas partes son en realidad alienígenas que terminarán apropiándose de todo.
Pero existe una conspiración de silencio por parte de nuestras elites para que no se diga una palabra al respecto y que la invasión prosiga sin oposición.
Y cuando a alguien se le ocurre mencionar el tema cae sobre ella (en este caso Esperanza Aguirre), todo el peso de los justos y buenas-personas que no pueden ni escuchar que se pueda alterar la marcha hacia la "solución final", o sea una ciudad llena de mendigos, okupas, inmigrantes ilegales, "nómadas", borrachos, carteristas, y todas las legiones del averno convocadas a una última y postrera "marcha de Walpurgis".
Pues nada, sigamos discutiendo sobre si fulanito o menganito son mejores para ocupar cargos inútiles, y sigamos sin hablar de la realidad.
Cuando se abra la puerta del castillo y aparezca la horrenda compaña encabezada por un grotesco monstruo que toca un bombo confeccionado con piel humana, sabremos que han llegado los últimos días.
PD. El que quiera mas información puede leer "La noche de Walpugis" del escritor checo Gustav Mayerick.
miércoles, 29 de abril de 2015
La invasión de los sin techo
Publicado por Antonio Cordón a las 12:10
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