martes, 25 de abril de 2017

Esperanza en la era de los prodigios

Se va Esperanza Aguirre de la política, ¿se va de verdad?, y eso nos da pie para recordar que es lo que ha pasado en estos años en Madrid, la auténtica ciudad de los prodigios, donde se han multiplicado las viviendas de lujo, los restaurantes cinco estrellas, los Porsche Cayenne, las invitaciones a monterías, los campos de golf, las millas de oro, las corbatas Hermés, y tantas otras cosas que nos han llenado de asombro, como si los milagros fuesen posibles.

Y en esa ciudad de los prodigios, antaño poblachón manchego, lugar donde se encontraban una aristocracia ociosa y unas masas empobrecidas, donde los personajes barojianos se buscaban la vida por los desmontes de Rios Rosas o Moratalaz, y donde los cesantes se mataban de hambre comiendo gallinejas, en esa ciudad digo, reinaba Esperanza Aguirre.

Llegó al poder tras comprar a dos diputados elegidos por el PSOE, en una operación que se volvió precisamente contra este partido en lugar de hacerlo contra los perpretadores de la acción.

Y reinó con poder absoluto.

La oposición socialista nunca existió, y la mayoría mediática se rindió a sus pies y a sus mandatos.

Tuvo una corte de directores de periódico, de empresarios del ladrillo y las obras públicas, de directivos de empresas públicas, de directivos del IBEX, de la Iglesia Católica, y demás fuerzas vivas.

Repartía frecuencias radioeléctricas, licencias televisivas, concesiones para prestar servicios públicos, contratos de obras a porrillo: hospitales, tramos de metro, colegios, guarderías, conducciones de aguas....

Era la magia de la liberalización. Lo público se hacía privado y lo privado pasaba por la caja de lo público.

El círculo era cuadrado. El ciclo de crecimiento perpetuo. Todo el mundo era un millonario en ciernes.

Corría la pasta por las tiendas de Serrano, los soumelliers no daban abasto para traer los mejores caldos a las mesas en las que se celebraban contratos. El solomillo y la cigala reinaban.

Madrid era el asombro del mundo. La comunidad española que más crecía, la que acaparaba las inversiones extranjeras, una megalópolis de siete millones de habitantes que prácticamente había absorbido Guadalajara, Toledo y Segovia.

Esperanza Aguirre daba lecciones de economía, de buen gobierno, de populismo, de liberalismo, de conservadurismo, y de lo que se pusiese por delante.

Lo mismo inauguraba un hospital en Móstoles que presidía una manifestación a favor de la familia en la plaza de Colón.

Lo mismo bailaba un chotis que impartía una clase magistral.

Estaba en todas partes y se hizo muy popular en base a un instinto político que innegablemente poseía y posee.

Sabía que los votos de la Comunidad de Madrid están en el Sur y allí se plantó con el casco de obra para dotar a los pueblos de esa zona de servicios que siempre se habían reclamado.

Pero no descuidaba a sus fieles de barrio de Salamanca.

Ha podido ser una de las mejores políticas de esta etapa de la vida española, excepto que el poder se le subió a la cabeza y comenzó a actuar como una autócrata rodeada siempre de una corte de pelotas y babosos.

Y una serie de listos comprendieron que la vanidad de la lideresa era su talón de Aquiles.

Le dieron pleitesía a montones a la vez que acometían sus propias aventuras "empresariales" y ella subida en el olimpo de su poder se negó a atender los muy numerosos indicios de que todo el edificio del poder pepero en Madrid estaba socavado por numerosos topos que se lo estaban llevando crudo.

Cualquier denuncia en este sentido la rechazaba convencida de que se trataba de una conspiración para acabar con ella y su maravilloso proyecto que un día la llevaría a saltar desde la Puerta del Sol hasta la Moncloa.

Cualquier duda al respecto, sus periodistas y palaciegos se la disipaban con sus contra-ataques a la corrupción socialista.

Solo cuando desde su propio partido han ido a por ella los jueces han comenzado a recibir "datos" que señalaban a las gentes de su entorno.

Y una vez que se ha comenzado a tirar del hilito van saliendo las cerezas del cesto en una procesión de tal calibre que ya no ha podido aguantar más.

Pero la culpa de lo sucedido no la tiene solo Esperanza Aguirre.

La conspiración de silencio que cubre la corrupción política en España está muy bien representada en la clase dirigente española.

Todo el mundo sabe y todo el mundo calla.

Ahora toca hacerse de nuevas o hacer como que no pasa nada, pero estoy seguro que después de unos meses de control, la maquinaria de hacer dinero a costa de lo público volverá a ponerse en marcha.

Y mientras los políticos no resuelvan la cuestión de la financiación de los partidos y de su propia endogamia tribalista, las mafias volverán a reconstituirse y la pasta volverá a fuir a los bolsillos adecuados.

Unos cuantos piernas como González irán a la cárcel y los ricos de toda la vida se fumarán un puro.

      

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