lunes, 17 de abril de 2017

La semana santa

Desde que tengo uso de razón, o sea, desde que tengo memoria, la semana santa ha sido para mi un misterio.

Años me ha costado saber que la fiesta que llamamos "pascua" en inglés se llama "passover" y es la fiesta con que los judíos celebran el paso del Mar Rojo en su camino a la "tierra prometida" perseguidos por el ejército egipcio.

¿Por qué llamamos pascua a lo que claramente quiere decir cruce?

El caso es que Jesús o Joshua se acercó a Jerusalém para celebrar la fiesta de marras y no se le ocurrió otra cosa que hacerlo a lomos de un asno blanco y por determinada puerta que casualmente había sido profetizada como la forma en que el Mesías entraría en Jerusalém para liberar a su pueblo.

Lo que siguió ya lo sabemos casi minuto a minuto.

Los que salieron a recibir al mesías no fueron suficientes para alertar a los romanos pero si a los gobernantes colaboracionistas judíos que acudieron prestos a denunciar el hecho a las autoridades romanas. El miedo a que se produjese otro levantamiento era demasiado.

Los romanos sin despeinarse ordenaron la ejecución y la llevaron a cabo con la sangrienta parafernalia habitual.

Tres días después el cuerpo del ejecutado desapareció.

Comenzó a correrse el rumor de que había resucitado.

Los seguidores del maestro siguieron reuniéndose para esperar el "regreso" del mesias.

Años más tarde apareció por Jerusalém un judio romanizado llamado Saulo cuya misión era perseguir a esos simpatizantes que seguían esperando, unos en Jerusalem y otros más cautos en Damasco.

Saulo tenía que perseguir a los de Damasco que se conoce que eran los peligrosos. (Los de Jerusalem o sea lo apóstoles) no parecían suficientemente dañinos a las autoridades y muchos allí siguieron cuando Saulo, ahora llamado Pablo, volvió y les explicó que el mesías le había hablado y que ahora se iba a encargar él de todo.

Al principio no se fiaron mucho del tal Pablo, pero luego logró convencer a Pedro y algunos más y se marcharon a la zona griega de Turquía y Macedonia a contar su historia.

Los demás se quedaron en Jerusalem bajo el liderazgo de Santiago, el hermano de Jesús, y siguieron siendo judíos.
El caso es que Páblo era un escritor prolífico de cartas que entonces se llamaban epístolas y armó una red de corresponsales que comenzó a crecer entre las comunidades judías de Efeso, Corinto y otras ciudades.

Con la cosa de la resurrección, Páblo armó una historia que dos mil años después es la religión con más seguidores del mundo.

Y así cada año, cuando llega la luna llena que sigue a no se qué, y mientras los judíos siguen celebrando el paso del mar Rojo, nuestras ciudades españolas se llenan de señores y señoras que siguen apesadumbrados a unas figuras que representan los acontecimientos de aquella semana de pascua en Jerusalém.

Mientras unos siguen los "pasos" de cristos y vírgenes, los otros se van a las playas siguiendo igualmente unos cortejos interminables de coches que producen los atascos mas memorables del año.

A veces la procesión llega a la misma playa y allí se juntan los unos y los otros. Esto produce simpáticas imágenes que salen en el telediario.

En Sevilla, donde la agenda de festejos es tan apretada que cuesta trabajo imaginar cuando trabaja esta gente, excepto los sastres que en esa ciudad deben estar ocupadísimos con tanto traje y tanto disfraz, las procesiones duran la noche entera y solo "entran" cuando ya no pueden más y tienen que irse a comer al día siguiente.

En Valladolid y Zamora todo es muy triste y solemne y aquello da un miedo tremendo con tanto silencio y tanta oscuridad.

En Cuenca tocan carracas y en Zaragoza tambores.

El caso es que toda la vida del país se ve afectada por unos acontecimientos que tuvieron lugar hace dos mil años y que han sido tergiversados hasta la saciedad para sacarlos de su entorno judio y llevarlos a los campos elíseos de la metafísica.

Nadie entiende nada y los corresponsales extranjeros se ponen las botas a sacar capiruchetes y velones, señoras llorando a lágrima viva y a Antonio Banderas de cofrade.

Todos comemos torrijas, aunque seamos alérgicos a la lactosa, y si nos ponen potaje decimos que está muy bueno aunque lo odiemos desde niños.

Ya hasta le hemos cogido el gusto a ver Rey de Reyes y Barrabas y hasta zapeamos a ver si pillamos Ben-Hur o Los Diez Mandamientos.

La única disonante la veo en el canal National Geographic, donde un historiador británico, (vaya por dios), nos desvela que los romanos hicieron todo lo que estuvo en su mano para que no hubiese mártires, y que eran los cristianos los que se empeñaban, (como ahora hacen los islamistas), y que hasta Diocleciano no hubo en realidad ninguna persecución.

El caso es que toda esta historia se resume en una película de Mel Gibson sobre los procedimientos penales romanos, que es tan desagradable que todo el mundo huye despavorido cuando la intentan proyectar.

Pero cada año se repite y cada vez veo a más gente siguiendo los "pasos", incluidos los que supongo jamás van a misa ni hubiesen seguido al maestro ni a la vuelta de la esquina.

En esta historia el más listo fue Constantino que se dio cuenta que lo que contaba eran los festejos y que las doctrinas cuanto más simples mejor.

Si a Artemisa o Isis las pones una corona la gente no se va a poner a averiguar donde empezó la cosa.

Y así seguimos.    

 

No hay comentarios: