El ya ex-Presidente de la región de Murcia, Don Pedro Antonio Sánchez tal vez sea una bellísima persona, pero lo cierto es que tiene pinta de corrupto.
Esa gordura acalorada y esa sonrisa de plexiglas no le aúpan precisamente al Olimpo de la "honradez mediática".
Tiene la gordura enrojecida, un aire de ansias mal reprimidas y de consumos ajetreados que casa mal con la práctica de la moderación y mucho con almuerzos de chuletón y gambas de Huelva.
O sea que Sánchez de Murcia casa mal con los aires de decencia que son los que triunfan en esta sesión de la moda política. Se lleva la delgadez. No hay más que mirar los portavoces del PP. Todos son delgados.
Los gordos tienen mala relación con la austeridad y la moralidad pública, y cada vez hay menos gordos en la política. Susana Díaz es una excepción y eso que debe hacer grandes sacrificios al respecto porque se la ve de buen comer.
En otros tiempos los políticos eran todos gordos. Ser delgado era cosa de pobres que no tenían donde caerse muertos, pero la era de la corrupción en nuestro país, asociada como está a las grandes comilonas a cuenta del erario o del bolsillo de los empresarios, ha dejado al político ante la necesidad perentoria de ser delgado.
El nuevo director de Tráfico también tiene un aire de sobrepeso que le traiciona.
Esas chaquetas apretadas y esa corbata floja ya le ponen en situación de que no nos creamos sus explicaciones sobre su piso a costa de la Guardia Civil.
El hombre hace lo posible por explicarse, pero esa papada grasienta le traiciona y no nos lo creemos.
A este paso todos tendremos que ponernos a régimen porque con la ciudadanía en pie de guerra contra la corrupción no hay más remedio que proyectar una vida de contención y disciplina.
Hará bien Doña Susana en abandonar cualquier costumbre dionisiaca, ya que se enfrenta a un apolineo Sánchez y a un mendicante López, mucho más en consonancia con el espíritu del tiempo.
En cuanto a Sánchez el murciano, yo le recomendaría que en esta etapa de reflexión previa a enfrentarse a la Justicia se ponga a severo régimen, ya que si se presenta así como está ante los jueces le puede caer la perpétua.
En cuanto al director de Tráfico yo le recomendaría un prudente silencio para no meter más la pata y poner al ministro del Interior, otro gordo aunque de menor lustre, en serios aprietos que le obliguen a dejarse de transparencia y a meterse en su despacho a meditar lo que podría acarrearle fatales consecuencias.
Finalmente un pensamiento piadoso para el ministro de Asuntos Exteriores, que este no se si es gordo o es que se compra los trajes de una talla equivocada, para que también evite contacto con los medios de comunicación al menos hasta que sepa lo que tiene que decir ya que decir ummmm y ammmm, no es propio de un políglota como se le supone.
En fin, que este no es país para gordos, al menos en este momento.
martes, 4 de abril de 2017
Que se vayan los gordos
Publicado por Antonio Cordón a las 18:52
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