sábado, 29 de abril de 2017

Retrotopías y futuros inquietantes

Como algunos sabréis a estas alturas, hace unas semanas nos dejó Zygmunt Bauman uno de los últimos filósofos que han dejado huella en nuestro vocabulario.

En su caso, don Sigmundo nos dejó el concepto de la "modernidad líquida" que se refiere a nuestra época de escasos valores y menores convicciones.

Su último libro, ya póstumo, se titula "Retrotopía" y es una reflexión sobre la paradoja de nuestro tiempo que no es otra que la pérdida del futuro como lugar al que nos dirigimos felices ya que significa mejora.

Ya casi nadie cree que vayamos a mejorar en el futuro. Ni siquiera se lo creen en los países más felices antaño. Todos hemos empezado a desarrollar no ya miedo al futuro sino francamente pánico.

Y lo que es peor, no solo estamos convencidos de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros, sino que empezamos a creer que nosotros también vamos a perder en nuestro periplo vital una gran parte de las comodidades de que disfrutamos hoy.

Hago un paréntesis para aclarar que estoy hablando de occidente, que es nuestro mundo, y no de los otros mundos.

En occidente estamos muy asustados.

Por eso, dice Bauman, estamos comenzando a buscar nuestras referencias utópicas no en lo por suceder, sino en un pasado mitificado o retro-utopizado.

Cualquier pasado fue mejor, o en el pasado tuvimos tiempos mejores así que vamos a volver a ese pasado.

Nacionalismos, populismos, regionalismos, aislacionismos, anti-ilustracionismos,...

La solución a nuestra angustia existencial es volver hacia atrás.

Este es un buen tiempo para los filósofos y para los polemistas.

Lo que ocurre es que la defensa de las posiciones ilustradas, globalizadoras y cosmopolitas la están haciendo unas personas que claramente son los beneficiarios del sistema.

Es decir son las élites que gobiernan el sistema: banqueros, ejecutivos, políticos de centro, y otros personajes demasiado bien vestidos, demasiado bien viajados, demasiado ricos en suma, y eso resulta muy sospechosos a los millones de perjudicados por la situación.

Para un político populista, para un intelectual promedio, o para una familia preocupada por el futuro de sus hijos, el que estos personajes de la jet-set hablen a favor de un mundo interconectado y una economía global, no solo les suena a falsedad sino que les conduce a escuchar con más atención a los Iglesias o Le Pen.

Va siendo necesario que seamos capaces de generar una narrativa de la globalidad desde portavoces creibles.

Gentes normales que creen que el mundo no puede ir hacia atrás, y que lo que hay que hacer es ponernos las pilas para ir con la corriente y no contra la corriente.

Es un mundo muy peligroso este que estamos viviendo.

El futuro no puede ser defendido exclusivamente por tecnócratas y financieros.

Tienen que levantarse voces con prestigio moral que tranquilicen a las masas, no solo suministrarles a diario dosis crecientes de adormidera televisiva.

Lo malo es ¿donde están esas voces?

      

No hay comentarios: