lunes, 22 de agosto de 2011

La verdad es la mía

Se marcha Benedicto de Madrid regalándonos una reflaxión final: no hay mas verdad que la de Jesucristo y no hay mas interpretación que la de la Iglesia (con mayúscula).

No es que me sorprenda que diga esas cosas, pero la verdad es que me preocupa la insistencia en que solo hay una verdad y es absoluta, y que los que no piensen así son unos "relativistas".

Lo mismo piensan judios, musulmanes, hinduistas, budistas, mormones, presbiterianos, evangelistas, y una pleiade de otros grupos que reclaman la posesión de la VERDAD, (con mayúsculas otra vez), en base a la afirmación de que Dios ha hablado con ellos, o con el profeta de turno, y les ha dicho lo que tienen que hacer para complacerle o simplemente porque eso es lo BUENO.

De ahí nace la gran contradicción, o sea, si Dios ha hablado con diferentes personas y a cada una le ha dicho una cosa diferente, la única forma de salir adelante es manifestar, o creer, que cuando Dios ha hablado con "nosotros" era la buena, y todas las demás son falsas.

Incluso, creer que la revelación, o sea, lo que Dios nos ha dicho por medio de los diferentes intermediarios, puede haber sido realizada a manifestaciones sucesivas es considerado "relativista" por los creyentes, y perseguido con saña. (Eso es lo que les sucedió a los Bahái en Irán, siendo estos creyentes en eso de la revelación sucesiva).

O sea, que o nos hacemos de un credo y rechazamos todos los demás, (y los combatimos), o somos relativistas.

La verdad es que Benedicto nos deja pocas alternativas.

Me encanta por otra parte como los comentaristas ven como muy positivo que se reunieran millones de personas para aclamar a quien proclama tales ideas.

No deben acordarse de las concentraciones nazis, (que también eran de jóvenes, y en las que se cantaba y se reía mucho).

Resulta bastante descorazonador que el siglo XXI comience con este rearme de los absolutistas, con la aceptación de que vamos a peor en materia de economía, y con los jóvenes hartos y desesperanzados.

Y lo malo es que no hay sitio al que podamos escapar.

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