Es un tema tratado en infinidad de ocasiones pero la dicotomía entre aquellos medios que optan por cobrar sus contenidos en Internet y los que intentan hacer negocio a través de la publicidad y lo gratuito, sigue dejándonos historias interesantes.
Leo hoy que Expansión, diario económico del Grupo Recoletos, tiene planes para dejar de ofrecer sus artículos en su web de Internet, para pasar a ser únicamente de pago a través de la plataforma Orbyt. No es que consulte a diario el sitio de este medio, pero sí que en ocasiones soy referenciado a su web y el blog de telecomunicaciones que mantiene Ignacio del Castillo bajo esa cabecera es realmente interesante.
Yo me posiciono claramente en esta tensión y creo con firmeza que cobrar por ese servicio es condenarte al ostracismo y la intrascendencia. Cuando las noticias están al alcance del consumidor vía innumerables caminos, vallar tu negocio no parece una gran idea. Y menos aún con Orbyt, que no deja de ser un escaneo página por página del diario, distribuido a dispositivos digitales tipo iPad, sin entender que el medio no es el mismo, por lo que el contenido no puede estar empaquetado igual.
Para mí un ejemplo de buena práctica en este ámbito es la revista semanal británica The Economist. Primero y fundamentalmente porque no se limita a dar noticias, sino que las interpreta. Deja que el lector se entere por Twitter, el telenoticias o la página de Yahoo! de que China y Japón andan en disputas por unas islas deshabitadas, pero escriben sobre las causas, contexto y posibles consecuencias. En definitiva, aportan valor añadido. Pero además hacen una distribución digital muy interesante: su app para el iPad ofrece una serie de contenidos gratuitos, aliñados con publicidad, con opción de compra del número completo o suscripción. Aparte, en la web se pueden acceder gratuitamente a muchos más artículos, abiertos para que sea posible referenciarlos en los medios sociales y así atraer más visitas, que al final son lectores y potenciales clientes. Las consecuencias económicas son claras, les va estupendamente y ya anunciaron que en un par de años serán únicamente digitales, dejando morir su edición en papel.
Internet ha sacudido la forma en la que el mundo se informa y lo que se puede esperar de la comunicación. Las estructuras actuales de los medios están preparadas para otro tipo de entorno y están sufriendo enormemente para adaptarse, a la vez que salen continuamente nuevos competidores desde distintos frentes. Legiones de consultores echan cuentas e indican que la solución pasa por despidos y hacerse de pago, pero yo no lo creo. Se trata de un cambio de paradigma y modelo mucho más profundo. Destruir y empezar de cero, cambiar todo para que todo siga igual. Pero no hay que sorprenderse, ya lo hemos visto en otras industrias y seguiremos viéndolo en los próximos años.
Leo hoy que Expansión, diario económico del Grupo Recoletos, tiene planes para dejar de ofrecer sus artículos en su web de Internet, para pasar a ser únicamente de pago a través de la plataforma Orbyt. No es que consulte a diario el sitio de este medio, pero sí que en ocasiones soy referenciado a su web y el blog de telecomunicaciones que mantiene Ignacio del Castillo bajo esa cabecera es realmente interesante.
Yo me posiciono claramente en esta tensión y creo con firmeza que cobrar por ese servicio es condenarte al ostracismo y la intrascendencia. Cuando las noticias están al alcance del consumidor vía innumerables caminos, vallar tu negocio no parece una gran idea. Y menos aún con Orbyt, que no deja de ser un escaneo página por página del diario, distribuido a dispositivos digitales tipo iPad, sin entender que el medio no es el mismo, por lo que el contenido no puede estar empaquetado igual.
Para mí un ejemplo de buena práctica en este ámbito es la revista semanal británica The Economist. Primero y fundamentalmente porque no se limita a dar noticias, sino que las interpreta. Deja que el lector se entere por Twitter, el telenoticias o la página de Yahoo! de que China y Japón andan en disputas por unas islas deshabitadas, pero escriben sobre las causas, contexto y posibles consecuencias. En definitiva, aportan valor añadido. Pero además hacen una distribución digital muy interesante: su app para el iPad ofrece una serie de contenidos gratuitos, aliñados con publicidad, con opción de compra del número completo o suscripción. Aparte, en la web se pueden acceder gratuitamente a muchos más artículos, abiertos para que sea posible referenciarlos en los medios sociales y así atraer más visitas, que al final son lectores y potenciales clientes. Las consecuencias económicas son claras, les va estupendamente y ya anunciaron que en un par de años serán únicamente digitales, dejando morir su edición en papel.
Internet ha sacudido la forma en la que el mundo se informa y lo que se puede esperar de la comunicación. Las estructuras actuales de los medios están preparadas para otro tipo de entorno y están sufriendo enormemente para adaptarse, a la vez que salen continuamente nuevos competidores desde distintos frentes. Legiones de consultores echan cuentas e indican que la solución pasa por despidos y hacerse de pago, pero yo no lo creo. Se trata de un cambio de paradigma y modelo mucho más profundo. Destruir y empezar de cero, cambiar todo para que todo siga igual. Pero no hay que sorprenderse, ya lo hemos visto en otras industrias y seguiremos viéndolo en los próximos años.
1 comentario:
A mi la verdad es que The Economist no me gusta nada.
Los análisis de noticias que comentas me parecen muy subjetivos y politizados.
Además, cuando dan noticias sobre España suelen errar bastante. Por ejemplo aquí:
http://www.economist.com/node/21563717
afirman categoricamente que Cataluña es el mayor contribuidor a los presupuestos españoles, olvidandose de Madrid.
Además en su analisis de antecedentes obvian que Cataluña acaba de pedir un rescate al govierno central, cosa que demuestra que la secesión es una cortina de humo además de una técnica demagógica para ganar las elecciones.
Parece que en este país la parcialidad en los médios sólo molesta y se crítica cuando es de derechas.
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