sábado, 8 de septiembre de 2012

Verano de 2012

Como dice Rilke, "es la hora Señor...deja que los vientos barran las llanuras..."

O sea que llega el final del verano, y no hay mas remedio que sacudirse la pereza y volver a donde lo dejamos, que en realidad parece que es el mismo sitio en el que estamos.

Nos rescatan como a la princesa del cuento, o nos dan el dinero por la cara que es como quisiera el gobierno.

A mi me parece que no nos van a dejar que nos vayamos de rositas, y que la princesa cuando termine de pagar, va a ser mucho menos lozana y virginal.

Pero lo que mas me ha llamado la atención de este mes de Agosto no han sido las divagaciones de Rajoy ni de sus atribulados ministros, sino el tema de los incendios.

Ya he comentado aquí en otras ocasiones que a mi muchos incendios me parecen relacionados con las guerras de la droga, que si afortunadamente no adquieren en nuestro país el nivel de aberraciones de Méjico o Colombia, si que van dejando su huella.

¿Que mejor distracción para la Guardia Civil que un buen incendio?

Pero en este año se han producido incendios lejos de las costas, que no se explican por operaciones encubiertas de desembarcos masivos de mercancía "criminal".

Es algo peor.

También he hablado en ocasiones del Mal, con mayúscula, cuyas apariciones estelares se van haciendo cada vez mas ubícuas y frecuentes.

No quiero decir que Belzebú se haya desencadenado, sino de que la humanidad parece haber llegado a un punto en que comienza a exudar maldad por muchos de sus poros, y va dejando manchas de sangre o de hollín por todas partes.

Aunque el crimen de Córdoba haya acaparado muchos titulares, y también tenga unos tintes que en otros tiempos se hubiesen asimilado a la influencia satánica, el asesinato de niños, de hijos, no es algo que podamos separar de las terribles consecuencias del amor-desamor, que tantas tragedias ha desencadenado.

Lo de quemar los montes cae en otra categoría diferente, porque es gratuito y porque es indiscriminado.

Es como envenenar los depósitos de agua, o lanzar ampollas de Antrax en los túneles del metro.

No se inscribe en las circunvalaciones, a veces terribles del pensamiento humano. Es algo que nos remite a la pérdida de la conciencia universal. De nuestra entidad como especie.

Es como si el comandante de la guarnición nazi de Paris, o Alber Speer hubiesen seguido las órdenes de Hitler y hubiesen destruido el Louvre o la isla de los museos de Berlin.

La memoria de la especie es algo de lo poco sagrado que va dejando el capitalismo o otras opciones ideológicas.

Solo el islamismo está atacando esa memoria.

Y ahora los incendiarios se están cargando la biosfera.

Ya tenemos identificados dos de los nuevos jinetes del Apocalipsis.

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