No es que yo sea muy partidario de las estrellas pop de hoy en día.
Más bien al contrario, la música banal que nos proponen las discográficas continuamente, a través de estrellas prefabricadas en serie y canciones que se parecen la una a la otra hasta se indistinguibles entre si, me parece aburridísima y adocenante.
Y eso que algunas de esas estrellas se lo curran y cantan y bailan en el mejor estilo de los artistas de los años veinte del pasado siglo.
Pero todo se ve tan artificial y tan de usar y tirar que da un poco de pena.
La música popular hoy es tan superficial y transitoria como la propia sociedad que la consume y refleja unos valores de diversión atolondrada y decadente, que la verdad, dan un poco de miedo.
En este sombrío panorama, porque a pesar del derroche de luces y lentejuelas es muy sombrío, me parece que el caso de Miley Cyrus resulta muy llamativo y digno de atención.
Esta muchacha, elegida por Disney, esa gran fabricante de adolescentes falsos representantes de una juventud que no existe, pero que nos gustaría que existiese, en vez de mantener la imagen de adolescente encantadora, se ha metido a trasgresora pero de una forma que no deja de resultar encantadora. Y eso tiene mucho merito, porque normalmente los que abjuran de unas ideas normalmente se vuelven antipáticos y dogmáticos.
No es el caso de Cyrus, que tiene más encanto ahora que cuando la manejaban los ejecutivos de la Disney, es una show-girl con talento, y además ha decidido ponerse el mundo por montera.
Y lo hace sin ser estrambótica como Lady Gaga, ni impostada como la mayoría de las otras cantantes-bailarinas, cuyas coreografías supuestamente eróticas huelen a naftalina añeja proveniente de las coristas que llenaban los bares de Harlem en tiempos de la Ley Seca, (uno de los tiempos más felices para la música popular y el jazz).
En su última performance, la Cyrus, se ha fumado un porro en el escenario en Amsterdam, y lo ha hecho una vez más de forma elegante y encantadora, como si hubiese resucitado Marilyn Monroe.
Porque a Cyrus, como le pasaba a Monroe, estamos dispuestos a perdonarle todo, y eso resulta irresistible en el mundo del espectáculo, (como en la vida misma).
Aprovecho para comentar que hay gente que, al contrario de lo que le pasa a Miley, resulta estomagante haga lo que haga, como le sucede al ministro actual de Educación, señor Wert, y su patética actuación en torno al asunto de las becas Erasmus.
Con lo fácil que era haber dicho la verdad: las becas Erasmus, como los Reyes Magos, son los papás.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Miley Cyrus al ataque
Publicado por Antonio Cordón a las 10:41
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