Cuando los de la izquierda se arroparon en una bandera que decía "nunca mais", yo me preguntaba; ¿nunca mais tormentas?, ¿nunca mais armadores aventureros?, ¿nunca mais transporte de petróleo?, ¿nunca mais qué...?
Aquella burda manipulación de la opinión pública española, tan fácilmente manipulable, desató una oleada de emociones y solidaridades que a punto estuvo de llevarse por delante al gobierno, (de eso se trataba), y que dejó una imagen de país de instituciones incapaces, termina hoy, once años después, con una sentencia que pone de manifiesto no la "inocencia del PP" como la prensa afín destaca, sino la endeblez de nuestro sistema legal.
Porque la cuestión es que aunque efectivamente el hundimiento y posterior marea negra no eran un problema político, y aunque las decisiones del Ministerio de Fomento fuesen discutibles, el hecho es que una empresa de nacionalidad incierta había "armado" un barco cochambroso para transportar una carga inapropiada de petróleo a través de un mar azaroso en esa época del año.
Todos los casos semejantes que se han dado en otras latitudes han terminado con la condena de los responsables que son, y que no pueden ser otros, los armadores.
Pero la ambición de los políticos españoles, ajenos siempre al bien del país y a la simple lógica de las cosas, condujo a que una catástrofe ecológica se convirtiese en el campo de batalla de los partidos en su lucha por ocupar cargos y sueldos.
Y mientras, los responsables debían mirar el espectáculo con auténtica estupefacción. (Y alivio).
Y el remate de tanta majadería y tanta maldad ignorante, es que de acuerdo a las leyes, que esos mismos políticos tienen la misión de actualizar para que se adecuen a las necesidades del país y sus ciudadanos, los auténticos responsables de la tragedia salen de rositas.
Yo no he visto a nadie estos días hablando de la responsabilidad de los políticos por tener unas leyes medioambientales tan deficientes.
Se sigue con las mismas monsergas de siempre: que si unos tuvieron la culpa por estar en el gobierno y que si nunca mais.
Nadie parece ser capaz de mirar críticamente lo sucedido y tomar alguna decisión constructiva: aquí de lo que se trata es de ocupar cargos y cobrar a fin de mes. Y para ello asegurar que los oponentes no puedan optar a quitarnos esos queridos puestos y cargos.
Si para ello hay que engañar a la ciudadanía con cuentos chinos y nunca mais, se hace y punto.
jueves, 14 de noviembre de 2013
Prestige, capítulo final
Publicado por Antonio Cordón a las 10:57
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