lunes, 25 de mayo de 2015

¡Que hostia!

Al final, la chulería y el desprecio a los votantes del PP les ha llevado a un resultado que va a dejar a mucha gente en la puta calle.

Otros les sustituirán y comenzarán a ir en coche oficial. Ya veremos como lo digieren.

Igualmente veremos como una cosa es predicar y otra es dar trigo, pues hoy día hay poco trigo y poca gente dispuesta a prestarnos.

Veremos como se gestionan los problemas de verdad y aunque estos nuevos alcaldes, o en este caso alcaldesas de Madrid y Barcelona, carecen de experiencia, supongo que terminarán contratando a asesores competentes que les dirán lo que tienen que hacer.

Lo van a tener difícil porque se espera mucho de ellas, (naturalmente entre quienes las han votado), y al final no van a poder eliminar las desigualdades ni acabar con las injusticias ni dar a cada persona todo lo que necesita o merece.

Tampoco van a poder gastar mucho porque con las deudas que tienen bastante tendrán que bregar para cumplir los presupuestos y en Hacienda van a tener un enemigo formidable.

En todo caso ya están aquí y van a ser parte de nuestra vida los próximos cuatro años.

¿Qué espero yo de esta nueva generación de políticos municipales y autonómicos?

Lo primero es que permitan que los procedimientos de la transparencia se instalen en nuestra normalidad democrática. Que sepamos cuanto se gastan y en qué.

Lo segundo es que se limiten a administrar y se dejen de inmiscuirse en nuestra vida.

Y lo tercero es que se dejen de chulería y prepotencia y otros modos cesaristas.

En este asunto me refiero a que cuando se pille a alguno de ellos con las manos en la masa, que en lugar de defenderlo y negar cualquier posibilidad de culpa, sus propios compañeros sean capaces de denunciarlo.

Seguramente es mucho pedir a estos nuevos cargos públicos que hagan lo que sus antecesores no han hecho durante estos últimos cuarenta años.

Pero es que es lo mínimo que debemos pedir a nuestros políticos.

Podríamos pedir además que los partidos políticos filtrasen sus listas electorales para detectar inútiles o sinvergüenzas.

O que se estableciese un máximo de permanencia en los cargos, por ejemplo de ocho años.

Porque si tenemos que volver a vivir ejemplos de chulería, corruptela, prepotencia y desprecio al sentido común como los sucedidos en la Comunidad de Valencia o en la Comunidad de Madrid, es mejor que abandonemos cualquier sueño de tener un país normal y mínimamente decente.

Ha sido la ceguera de los partidos políticos y su empecinamiento en no cambiar lo que nos ha traído a Carmena y Colau.

Ha sido el hartazgo con Barberás y Aguirres lo que ha dejado las grandes ciudades españolas en manos de personas que no están preparadas y que defienden programas que no se pueden cumplir.

Y estamos a meses de las elecciones generales.

    

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