viernes, 29 de mayo de 2015

Los poderes de la calle

Cuentan los libros que relatan los días del final el verano del 36 como subían desde los barrios periféricos hasta el centro personas a las que habitualmente no se había visto por allí, y que venían con ánimo de venganza.

A menudo nos olvidamos que esa gente existe,...y que son muchos.

Cuando existen opciones políticas de izquierda moderada con capacidad de arrastre, toda esa gente encuentra un lugar en torno al cual agruparse, pero cuando esas opciones se debilitan o cuando el malestar de la calle es demasiado grande, entonces tienen que aparecer otras fuerzas políticas que ofrezcan las soluciones radicales que ofrezcan la esperanza de un cambio decisivo "en el sistema".

Siempre me pareció que la estrategia de la derecha de demoler el PSOE desde tiempos de Aznar era profundamente equivocada.

Toda aquella movida del váyase Sr. González hizo marcharse del PSOE de forma prematura a la mejor generación de políticos de izquierda moderada que ha tenido España.

Y en aquel vacío nació el fenómeno Zapatero y sus ministros analfabetos. De Semprún pasamos a Leire Pajín, y luego a la nada.

Del socialismo socialdemócrata al socialismo buenismo y feminismo. De defender a los asalariados y a la clase media y baja a defender a las aves marinas y a las mujeres maltratadas.

Y mientras el PP con el campo libre se metió de cabeza en una gestión entre lo criminal y lo grotesco y además con aires cesaristas y despóticos estilo Fernando VII.

Y llegó la crisis, las varias crisis que nos afectan, y mientras Rajoy hacía lo que le pedían desde Bruselas y exigía sacrificios a los asalariados y a los pensionistas, en el PP muchos se ponían las botas aprovechando la parálisis de los organismos de control.

Y cuando la maquinaria judicial, la herrumbrosa maquinaria judicial, se puso finalmente en marcha, la contradicción entre los discursos públicos y los comportamientos privados del partido del Gobierno, del central y de los autonómicos, se hizo demasiado evidente e insultante.

Por ese camino entraron en liza los indignados, un movimiento nacido sin demasiadas perspectivas que fue creciendo y comenzó a ser manipulado por unos chicos que tenían capacidad, voluntad y medios procedentes de lugares mas que sospechosos.

Y esos indignados encontraron a mucha gente por el camino.

Tanta que en lugares particularmente castigados por la corrupción y la prepotencia de los gobernantes, como Madrid, son ahora una posibilidad real de gobierno.

La calle ha vuelto a regurgitar y a clamar contra las injusticias e indignidades que no se puede negar que existen.

¿Y ahora qué?

Lo que propone Esperanza Aguirre sería una barbaridad porque sería como situar el debate no entre constitucionalistas y revolucionarios como quiere ella, sino entre lo nuevo y lo viejo, que es un debate perdido de antemano.

Tampoco son de recibo las declaraciones de gentes como Villar Mir que anuncian los grandes males, o los que amenazan con no invertir.

Lo que habría que estar haciendo ya es un reforzamiento de las instituciones y los órganos de control de la acción administrativa, que ahora comprenderán muchos por qué tienen que estar alejados de la mano de los partidos.

Son esos mecanismos de control los que tienen que impedir que Podemos o quien sea lleve a cabo fechorías y acciones contra las leyes que todos nos hemos dado.

Porque en un país civilizado la acción del gobierno tiene sus límites y cuando esos límites no se respetan eso se llama revolución o golpe de estado.

Así que Carmena o quien sea tendrá que actuar dentro de la Ley, como lo tendrían que haber hecho los que les precedieron.

Y si se actúa con racionalidad y respeto institucional, y si se deja de robar, la calle se irá pacificando y si la situación económica mundial y/o europea mejora, las cosas se pacificarán y los jóvenes comprenderán que más allá de utopías colectivas cada uno de ellos tiene que buscarse la vida y que está muy bien que haya huertos urbanos pero es mucho más importante tener un buen empleo que permita formar una familia y un hogar.

Pero ahora tenemos que digerir las consecuencias de los abusos y tener paciencia.

Y naturalmente recordar que nosotros también podemos protestar.      

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