He oído a bastantes comentaristas hablar sobre los sucesos de la final de la Copa del Rey en el campo de fútbol del Barcelona.
Y no he visto que nadie hable de lo que a mi me ha parecido lo más relevante, es decir, de que este pasado sábado asistimos en directo a una enorme manifestación de odio a España.
Podríamos estar hablando horas respecto a si tal manifestación tiene respuesta en nuestro ordenamiento jurídico, o sobre si se trata de una acción que entra en el ámbito de los comités anti-violencia.
Pero esa no es la cuestión.
No se puede identificar a todos los que pitaron, ni se pueden encontrar pruebas que liguen a Artur Mas con la pitada, aunque era manifiesta la actitud de aprobación de este nacionalista miserable que no tiene ni siquiera la educación de aparentar que comprende el respeto institucional que merece cualquier visitante.
Cerrar en campo del Barcelona durante alguna jornada solo echará mas leña al fuego del odio irracional que se ha instalado en aquellas latitudes y que está conduciendo a que la burguesía catalana que inició el proceso se esté viendo superada por un paisanaje abanderado por personajes pintorescos como Ada Colau, que ya avisa de entrada que no va a cumplir la ley.
Creo que ni siquiera estos aprendices de brujo de Convergencia se percatan del monstruo que han puesto en movimiento, o a lo mejor comienzan a darse cuenta ahora.
Pero nosotros si que tenemos que tomar buena nota, porque el odio no se combate con buenas palabras ni tampoco se suele apagar solo.
Los energúmenos que pitaban igual podrían haber matado y llegado el caso lo harán.
Durante años se ha estado alimentando ese odio desde la política y desde los medios de comunicación.
Durante años se nos ha conceptualizado a los españoles como vagos, ladrones, corruptos y sobre todo enemigos de Cataluña y su derecho a ser un país rico.
Después se ha criminalizado a las instituciones del país por no "permitirles" expresar sus deseos y opiniones.
Y finalmente se nos ha culpado de todo lo que sucede en Cataluña y se ha sentado la idea de que la supervivencia de Cataluña es incompatible con la continuidad de España.
Y de ahí viene el odio. No les dejamos ser lo que ellos quieren ser.
Creo que cualquier decisión que se tome respecto a la situación catalana tiene que tener en cuenta como ingrediente fundamental ese odio al que ellos eufemísticamente llaman "desafección".
Ellos están actuando, me refiero a los nacionalistas, sin escrúpulos. Con premeditación. Con alevosía. Con desprecio de cualquier convención.
Y nosotros estamos ensimismados mirando para cualquier lado que nos permita no ver lo que realmente sucede.
Si no fuese así, no se hubiese permitido que este partido se jugase en Barcelona.
Ese villano corrupto que se llama Villar no estaría al frente de la Federación Española de Fútbol.
Y no se expondría al Rey a ese tipo de escarnios públicos que desde luego no hacen ningún bien a la institución.
Ciertamente España está enferma de odio en muchos lugares, pero la profundidad del fenómeno en Cataluña es espectacular.
Y mas vale que nos vayamos dando cuenta.
lunes, 1 de junio de 2015
El odio
Publicado por Antonio Cordón a las 18:09
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