martes, 5 de abril de 2011

¡Ay Portugal por qué te quiero tanto...!

Leo, (cada día mas estupefacto), en El País que en encuestas realizadas recientemente, casi el cincuenta por ciento de los portugueses, y el cuarenta por ciento de los españoles están a favor de la creación de una federación entre los dos países.

Desde luego la racionalidad parecería estar a favor de esa federación, al fin y al cabo, la mayoría de las multinacionales ya ha realizado esa operación y abundan las entidades "ibéricas" en todo tipo de ramas de actividad, empezando por las TIC.

Claro que siguiendo con la racionalidad, las mismas compañías están creando entidades "sureuropeas", "mediterráneas", "latinas", etc.

El ahorro de costes pesa mas en estas decisiones que el amor entre comunidades y naciones.

Y es que hasta ahora, los sentimientos entre españoles y portugueses eran mas bien negativos.

Así decía un conocido mio portugués que España era: "eso que se pasa de noche a toda velocidad para llegar a Francia", y Portugal era para muchos de nosotros, eso "donde se compran toallas".

Como tantas otras cosas yo he conocido un poco Portugal gracias a la informática y las telecomunicaciones, o mejor dicho a las compañías del ramo cuyas filiales en Madrid y Lisboa, colaboraban ya hace muchos años, para repartir costes y responsabilidades.

Las oficinas de Univac en el centro de Lisboa y las de Ericsson en Estoril/Cascais me resultan muy conocidas.

Los portugueses y los españoles somos parecidos, pero no somos iguales.

Los portugueses aprenden mas rápido el español que nosotros el portugués. (Lo mismo sucede pero al revés con los italianos y nosotros).

Los portugueses sienten una relación hacia España de amor/odio.

Los españoles sentimos por los portugueses indiferencia y a veces desprecio.

Pero es verdad que en los últimos años algo está cambiando.

Será El Corte Ingles de Lisboa, será Cristiano Ronaldo y los portugueses que vienen a Madrid a ver los partidos del Madrid, será que Badajoz y Elvas se están fusionando en una sola ciudad a ambos lados del Guadiana. Serán los médicos y enfermeros españoles en la sanidad portuguesa, serán los portugueses que acuden a los consultorios de la Seguridad Social española a lo largo de la frontera, serán las multinacionales y sus oficinas ibéricas, el caso es que muchos prejuicios están cambiando.

Si alguna vez se termina el AVE Madrid-Lisboa, creo que la afluencia de turistas madrileños a aquella (bellísima) ciudad para pasar el fin de semana va a terminar por ser definitiva en el acercamiento.

Tal vez así se acomoden el resto de las "nacionalidades" de la piel de toro y dejen los nacionalistas de dar la murga.

Desde luego, si es así será un movimiento de los ciudadanos frente a la voluntad de los políticos, que si en algo se esfuerzan es en crear y forzar disensiones y divisiones. (Contra mas países mas parlamentos, ministros, etc.).

Es evidente que este acercamiento hispano-portugués se debe entre otras cosas al creciente descrédito de la clase política portuguesa ante la tremenda crisis que atenaza a nuestros vecinos.

Los portugueses nos pueden dar algunas lecciones, por ejemplo, como disponer de una red de banda ancha de verdad a partir de créditos internacionales y del acuerdo entre los operadores.

También nos pueden enseñar a hablar ingles, que ellos, (me refiero a sus clases medias-altas), hablan con un acento y facilidad envidiables.

Yo votaría, no obstante, que nos dejemos de fusiones y nos limitemos a viajar mas, a visitarnos, a conocernos, a compartir cosas concretas, ya sean consultorios de la SS, o recetas e bacalao, que dejemos de insultar a Cristiano y a Mouriño a los gritos de "ese portugués hijoputa es", que abramos las fronteras al comercio, que aprendamos ambos idiomas en las localidades fronterizas,
y que dejemos de basar nuestra identidad en batallas (Aljubarrota), y conflictos territoriales (Olivenza).

La convivencia debe mejorar. La federación no la veo cercana.

Y si no que se lo pregunten a Telefónica.

1 comentario:

BE dijo...

usaatumedida.com

Viajar a Portugal es sumergirse en un mundo de encanto. Desde las calles empedradas hasta los acantilados dorados, cada rincón ofrece historia, cultura y una hospitalidad que enamora a cada paso.