Me gusta mucho leer. Me encanta leer. Pero cuando la sensación de presión producida por la cantidad de textos acumulados esperando su turno alcanza cierto nivel, creo que es el momento de parar.
En general, cuando cualquier cosa que uno disfruta se convierte en una obligación, germinando la desazón en tu interior, es signo inequívoco de que hay que recuperar el origen.
Se me acumulan los libros, cómics y revistas. Pero en especial, las entradas de blogs que sigo. Navegando por Internet, a lo largo de los años, uno encuentra multitud de grandes escritores, personas interesantísimas y opiniones constructivas. Poco a poco, todas estas páginas se van agrupando, convirtiéndose casi sin que te des cuenta en una montaña, que hay que saber gestionar.
Una vez más, Internet ha cambiado la tramitación y lo que antes suponía un coste, tanto económico (el pago) como físico (el hecho de ir a comprar), ahora ha sido sustituido por el simple click que requiere suscribirse al feed de otro blog. Otra pequeña roca en la ya incipiente montaña.
A la vez que aumenta la cantidad de cosas que uno quiere leer, el tiempo disponible va disminuyendo. La inconmensurable expansión de opciones de entretenimiento y ocio que se te abre ante los ojos es exigente, y requiere una capacidad de elección y decisión que no todo el mundo está dispuesto a desarrollar. Muchos prefieren alimentarse de lo primero que tienen delante, consumiendo con la misma velocidad con la que olvidan, para dejar hueco a lo siguiente, sin apenas haber marcado huella en ellos.
Cada vez que borro un feed de un blog del Google Reader siento una pequeña gran reticencia, pensando en todos aquellos grandes (seguramente no tanto) escritos que me voy a perder. Pero a la vez, siento una pequeña liberación, una roca menos en mi montaña. El objetivo: conseguir sacar el mayor provecho de una colina.
En general, cuando cualquier cosa que uno disfruta se convierte en una obligación, germinando la desazón en tu interior, es signo inequívoco de que hay que recuperar el origen.
Se me acumulan los libros, cómics y revistas. Pero en especial, las entradas de blogs que sigo. Navegando por Internet, a lo largo de los años, uno encuentra multitud de grandes escritores, personas interesantísimas y opiniones constructivas. Poco a poco, todas estas páginas se van agrupando, convirtiéndose casi sin que te des cuenta en una montaña, que hay que saber gestionar.
Una vez más, Internet ha cambiado la tramitación y lo que antes suponía un coste, tanto económico (el pago) como físico (el hecho de ir a comprar), ahora ha sido sustituido por el simple click que requiere suscribirse al feed de otro blog. Otra pequeña roca en la ya incipiente montaña.
A la vez que aumenta la cantidad de cosas que uno quiere leer, el tiempo disponible va disminuyendo. La inconmensurable expansión de opciones de entretenimiento y ocio que se te abre ante los ojos es exigente, y requiere una capacidad de elección y decisión que no todo el mundo está dispuesto a desarrollar. Muchos prefieren alimentarse de lo primero que tienen delante, consumiendo con la misma velocidad con la que olvidan, para dejar hueco a lo siguiente, sin apenas haber marcado huella en ellos.
Cada vez que borro un feed de un blog del Google Reader siento una pequeña gran reticencia, pensando en todos aquellos grandes (seguramente no tanto) escritos que me voy a perder. Pero a la vez, siento una pequeña liberación, una roca menos en mi montaña. El objetivo: conseguir sacar el mayor provecho de una colina.
3 comentarios:
Hay que seleccionar.
No se puede leer todo, ni de todo.
También hay que construirse una especie de arquitectura mental de lo que se quiere saber y entonces buscar aquello que te rellena un hueco, desde lo mas importante, (en tu opinión), a lo menos relevante.
Los criterios son variados, pero el desarrollo profesional, (en esta parte de tu vida) es prioritario.
Tiempo habrá para otras cosas.
Cuántas veces he pensado en esa sensación y en las opciones para tratarla, gestionando mejor las suscripciones (o simplemente las lecturas que encontramos esporádicamente por internet), haciendo esfuerzos para desuscribirme de varias bitácoras o no marcar tantos artículos para leer después, con el resultado de la sensación agridulce que comentas de que, bien, ahora soy un poco más libre, pero por otra parte, quién sabe cuantas buenas entradas o anotaciones me voy a perder para siempre...
Lo malo es que la capacidad de selección, vital en este aspecto, sólo se aprende con años de lecturas y de elecciones sobre la marcha, y mientras es casi imposible evitar esa desazón si uno no quiere perderse algunas de las fuentes imprescindibles para el aprendizaje, la reflexión o simplemente el disfrute de la lectura.
En cualquier caso, no estoy de acuerdo con la última conclusión de Antonio Cordón. No es cierto que siempre habrá tiempo para otras cosas, cuando hayamos desarrollado nuestras carreras profesionales. Lo que no se haga sobre la marcha, en paralelo, probablemente no se haga nunca, no sólo porque luego quede menos tiempo, sino también por otras dos razones interconectadas: por un lado, hay etapas en la vida en las que el aprendizaje es mucho mayor que en otras posteriores; y, por otro, no cultivar ciertas lecturas a ciertas edades dificulta el interés posterior por ciertas materias o a ciertos niveles de profundidad: no se puede empezar de cero a los 50 años.
Buenos comentarios... :-)
Yo la verdad es que he reducido bastante mi cantidad de lectura pendiente, en parte eliminando aquellos blogs que más entradas escribían por día, y en parte dedicando más tiempo a leer (lo cual tiene su impacto en otras actividades, como por ejemplo escribir en este blog).
Y la verdad es que sé que me estoy perdiendo cosas, pero me da mucho sosiego ver que el contador de feeds crece leeeentamente... :-)
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