jueves, 29 de septiembre de 2011

Ignorancia y petulancia

Ayer presentó Ametic un documento dirigido a los partidos políticos que es como una carta a los reyes magos en las vísperas de las elecciones generales.

No es que creamos que podemos influir en el devenir de nuestro pobre país o en las cabezas de nuestros desvaidos políticos, pero hay que aprovechar las oportunidades para ir erosionando esa piedra que nos aplasta desde hace siglos, y que liga nuestro destino a la cantidad de cemento que consumimos o la cantidad de cervezas que servimos.

Y esta mañana, siguiendo mi costumbre de los últimos tiempos, leo en internet las ediciones digitales de los periódicos y me encuentro en "El Confidencial" un artículo pleno de causticidad hacia Jesús Banegas a cuenta de sus declaraciones sobre el canon.

Lo divertido es que esa causticidad va dirigida a lo que el o la periodista ha entendido, y que no guarda relación alguna con la realidad.

Así, el o la redactora ha entendido que Ametic pide la eliminación de la copia privada, cosa que le hace mucha gracia, y le provoca una serie de observaciones jocosas y gracietas.

En realidad, lo que pide la industria naturalmente es la desaparición del "concepto jurídico" de copia privada, un concepto trasladado desde la jurisprudencia alemana y establecido en su día para proteger a la industria editorial.

Dicho concepto crea una categoría, la de copia privada, que justifica la existencia de un canon, y que se compadece muy mal con la volatilidad de lo electrónico digital.

Hay países, los anglosajones, que no reconocen dicho concepto en base a lo inaplicable que resulta en un mundo de copias infinitas y perfectamente iguales, que requiere otro tipo de protección de la creación.

Pero lo divertido de la anécdota es la suficiencia del o de la redactora, que asume que el presidente de la patronal española de las TIC es un gilipollas y que el o ella si que es inteligente.

¿Y que decir del redactor o redactora jefe que debería haber leído el texto antes de publicarlo?

Ya os habréis dado cuenta que la lectura de los medios resulta tremendamente irritante cuando uno sabe de lo que el medio escribe.

Los gazapos, los despropósitos, y las simples memeces son constantes, y revelan el estado de extrema necesidad en que se encuentra esa "industria".

Aunque también tendremos que hacer autocrítica y tomar nota de que no se debe asumir que los que te escuchan están familiarizados con conceptos que por mucho que resulten obvios para los conocedores, en manos de los ignorantes que terminan siendo los que escriben la historia, pueden ser tergiversados y dados completamente la vuelta.

Seguramente los periódicos solo deberían hablar de futbol y de política.

Dos materias que admiten, e incluso exigen, dosis semejantes de ignorancia y petulancia.

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