Parafraseando al siempre util Churchill, en este caso no estamos al final del principio, sino que estamos, finalmente, al comienzo del final de la organización Euzkadi Eta Askatasuna, o sea Vascongadas y Libertad, que esa es la traducción de las tristemente célebres iniciales que tanto nos han amargado la vida a los de mi generación.
En las postrimerias del franquismo, en aquellos años setenta en que la dictadura se arrastraba con su larga cola de abusos, crímenes y latrocinios, ETA comenzaba su andadura golpeando a los cuerpos de seguridad del estado, cuerpos que no significaban lo mismo que hoy, y aparecían como una especie de Robin Hoods, frente a los maléficos miembros de la Brigada Político Social.
Reconozco que careciendo completamente de información sobre lo que el nacionalismo vasco, (o catalán), promovían, en aquellos momentos de confusión y crisis económica en que por otra parte también comenzaban a actuar las Brigadas Rojas en Italia o los Baeder Meinhoff en Alemania, algunos y yo mismo creimos que aquellas acciones eran parte del esfuerzo liberador frente al aparato represor del régimen y del sistema en general.
Yo me caí del caballo, como San Pablo, en una mañana de invierno en el tren a Cercedilla a donde ibamos un grupo de amigos a practicar el montañismo.
En aquella reveladora ocasión, en un vagón completamente lleno de gente, me quede separado de los demás del grupo y pegado a una pareja de mediana edad con los que entre traquetreo y traquetreo comencé a hablar.
Me contaron que iban a Segovia, (donde como ya sabíamos estaban encerrados muchos militantes de ETA), y que eran vascos, y como vieron que yo simpatizaba con su lucha, comenzaron a explayarse sobre el "genocidio cultural y racial" que sufría su "raza" a manos de los malvados españoles.
Al cabo de un rato yo ya había comprendido que aquella gente y los que estabamos por el fin del régimen no había nada en común y que la lucha de ellos nada tenía que ver con la democracia y si con una especie de nazismo pastoril.
Desde aquel día, que también tuvo como epílogo el que un agente encubierto de "la Social", se uniera a nuestro grupo para "investigar" si eramos peligrosos conspiradores que aprovechaban una excursión a la sierra para planificar acciones subversivas, desde aquel día digo, comencé a ver a los "gudaris" con otros ojos y a sospechar que los nacionalistas no eran "de los nuestros".
La realidad superó con todo mis mas negros presentimientos, y cuando al final llegó, de aquella manera pero llegó, la democracia, aquellos energúmenos se lanzaron a matar y destruir con una saña que desafiaba cualquier raciocinio.
Y así hasta ahora.
Los nacionalistas han arruinado el que podría haber sido un tiempo feliz para este país, un tiempo que podría haber sido de creación de un nuevo espíritu común, y nos han dejado, en colaboración con los muchos sinvergüenzas y aprovechados que por aquí pululan, en este estado de pesimismo y falta de confianza en el futuro que nos atenaza.
Pero además es que el nacionalismo vasco es particularmente repugnante con sus actividades folcloricas, y sus alusiones a la raza (superior) vasca.
Los movimientos del arbol para que les caigan las nueces al PNV han causado casi novecientos muertos y destrucciones materiales y morales que no se pueden evaluar.
¿Que se podrá decir a los maltratados, a los perseguidos, a los familiares de los asesinados?
¿Que sentirán cuando estos asesinos vuelvan a pasearse por las calles o ocupen cargos públicos?
Mucha gente se ha marchado de las Vascongadas y desde luego yo les comprendo.
El nacionalismo, en su conjunto, porque no se puede separar la ETA y los demás, han emponzoñado "su" país y lo han convertido en una pocilga moral en la que los afligidos tienen que esconderse mientras los criminales vociferan y se jalean por las tabernas.
¡Que asco!
viernes, 21 de octubre de 2011
ETA: el comienzo del final
Publicado por Antonio Cordón a las 11:35
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