jueves, 13 de diciembre de 2012

La rebelión

Todos sabemos que España es un país que propende al surrealismo, y por eso ya no nos extraña nada, ni que un diputado del PP sea atraido a una oscura conspiración digital, (casualmente era tertuliano en la Cadena SER), ni que el Supremo se entretenga boicoteando el reparto del Dividendo Digital, bajo capa de que las frecuencias asignadas a las cadenas de televisión no fué totalmente transparente. Naturalmente que no lo fué, pero ¿en lo que toca a los medios de comunicación hay algo transparente?

Y por eso tampoco nos choca que en un país con casi seis millones de parados, los que protestan y se manifiestan son: los médicos de la Seguridad Social, los empleados del Metro y ahora los jueces.

Mientras los que todavía trabajan en la iniciativa privada se comen todo el marrón de la crisis, los que viven de lo que cotizan aquellos, son precisamente los que chillan cuando les van a quitar privilegios seculares.

También chillan los nacionalistas catalanes y dicen que no piensan cumplir la ley, cuando nunca la han cumplido.

Y los policias y los bomberos se manifiestan también.

Y naturalmente los funcionarios de a pié (los que mas derecho tendrían).

Todos viven del erario público.

Todos están a salvo del paro.

Todos cobran todos los meses. Ninguno es incluido en EREs.

Lo de los médicos es de traca.

Después de toda una vida de hacer de sus puestos de trabajo en la SS un castillo inexpugnable donde cada uno hacía lo que mejor le parecía y nadie les ponía un pero, la amenaza de que puedan tener gestores "privados" les pone los pelos como escarpias. Y con toda la razón.

Encima hacen chantaje al gobierno a través de los viejos a los que asustan con que no les van a atender y que van a tener que pagarlo todo.

Y ahora dicen que efectivamente se puede mejorar la eficiencia, pero sin meter a los gestores privados.

¡Claro que se puede mejorar!

¿Y lo de los jueces?

Si se midiese a los jueces por su eficacia, según parametros de la industria privada, en términos de chorizos quitados de la circulación y de entuertos zanjados, ¿cuantos quedarían?

Y ahí los tenemos con una pancarta.

¿Es que no tienen vergüenza?

No la tienen.

Menos mal que solo quedan ocho días para el fin del mundo.   

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