Resulta estomagante y moralmente repulsivo observar el espectáculo lamentable de tantos imputados o denunciados que contestan a dichas acusaciones o imputaciones con el argumento de que "hay una campaña contra ellos", "una maquinación contra lo que representamos", "una conspiración urdida desde intereses oscuros", etc.
Igualmente es lamentable escuchar esas bravuconadas como "a mi no me van a doblegar" que emiten como papagayos los políticos cunado se encuentran pillados in fraganti.
Lo repiten los políticos, los futbolistas, los constructores, y todos los implicados en tramas de corrupción de las que tanto abundan en nuestro pobre país.
Aquí nadie es responsable de nada.
Si sube la luz un 11% la culpa es de los anteriores gobernantes, si Bruselas investiga los evidentes tratos de favor hacia los clubes de fútbol, la culpa es de Almunia, si le pillan al Presidente de la Comunidad de Madrid en una más que dudosa operación inmobiliaria, la culpa es de las "tramas policiales", si pillan a la UGT en un fraude gigantesco de los fondos de formación, "hay una campaña contra el sindicalismo".
¿Pero es que nadie tiene vergüenza en España?
Recientemente asistí a una reunión del Foro de la Sociedad Civil en la que se analizó esta situación en la que es imposible, o casi, actuar contra políticos-funcionarios que se hayan excedido en el uso de sus atribuciones.
Me llamó la atención el grado de indignación que se alcanza en la sociedad española contra tantos abusos y que yo creía circunscrito a los más jóvenes o progresistas.
La indignación es una marea que está creciendo al compás de tanta ignominia y que ya se ha transformado en un desprecio absoluto hacia la clase política, cuya credibilidad es nula.
Pero también crece la sensación de impotencia ante la falta de consecuencias que tienen los sucesivos escándalos.
Si a un político finalmente le pillan como es el caso del anterior Presidente de la Diputación de Castellón, rápidamente se habla de indulto.
A este grado de irresponsabilidad hemos llegado.
Mientras no se limpie la clase política de tanto ladrón y sinvergüenza, y mientras no se ponga coto a la manga ancha a la hora de utilizar el dinero público con fines particulares o partidistas no podremos aspirar a que se nos considere un país decente y normal.
España ha caído una vez más en la sima de la picaresca y la única forma de salir es el rigor en la aplicación de las leyes.
Lástima que si hay algo que funciona de manera perversa en nuestro país es precisamente el poder judicial, secuestrado desde hace años por los partidos políticos.
Como decía un militar retirado en la reunión antes mencionada en pregunta a los ponentes, ¿me pueden decir como hemos llegado a esto?
viernes, 20 de diciembre de 2013
I-rres-pon-sa-bi-li-dad
Publicado por Antonio Cordón a las 10:00
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