martes, 24 de marzo de 2015

Andalucia, la Sicilia española.

El otro día se ha ido el Papa a Nápoles a criticar a la Camorra y no es la primera vez. Esta muy bien que desde ese alto púlpito se hable de las enfermedades sociales que aquejan a entornos humanos que se caracterizan por su fuerte apego a "lo suyo" aunque ese lo suyo sea tan lamentable.

El caso es que el sur italiano y el sur español comparten una situación secular de atraso económico y político que se caracteriza fundamentalmente por la desesperanza y la desconfianza. Desesperanza de que algo pueda cambiar y desconfianza de los que vienen de fuera a criticar su modo de vida.

Las razones del atraso y del peculiar modo de vida no son de carácter genético, sino que se derivan de la sencilla circunstancia de que para la una buena parte de la población, ganarse la vida honorable y holgadamente son incompatibles.

A veces simplemente es imposible.

Por ello han recurrido a formas de lo que veo que se comienza a llamar "economía gris", que puede derivar en amplias tramas de clientelismo y como sucede en Sicilia, directamente en organizaciones criminales.

Durante estos últimos veinte años ha llovido dinero sobre estas regiones desde la EU en un vano intento de producir un desarrollo industrial que es muy difícil donde no hay previamente tradición ni cercanía a otras zonas industriales.

El Sur de Europa quedó aislado del comercio desde que el Islam conquistó la otra orilla y los piratas berberiscos impidieron todo tipo de navegación comercial en el Mediterráneo.

Cuando además las rutas de América dejaron de salir de Sevilla y posteriormente Cádiz, la suerte de Andalucía quedó en manos de los terratenientes y los caciques.

El PSOE andaluz ha sabido manejar esta historia y ha repartido dinero a troche y moche, y la gente de allí lo sabe.

Cuando los jueces meten a dirigentes del PSOE en la cárcel, la reacción es la misma que en Sicilia. O sea de mala leche. Allí no se ve la misma tragedia institucional que se percibe en Madrid. Allí se ve el fin de unos años de dinero fácil, los primeros en muchísimo tiempo.

Por eso los resultados andaluces no dicen nada especial en este sentido, ni nada que sea extrapolable al resto de España,...excepto en un aspecto que me parece que poca gente está comentando.

Ese aspecto es la ruptura de la unidad de voto de la derecha española desde la defunción de la UCD y la re-fundación del Partido Popular por José María Aznar.

Esta unidad recordemos que ha sido muy difícil a lo largo de la Historia de España: liberales, conservadores, reaccionarios, fascistas y otros grupos menores, sin olvidar los descendientes nacionalistas del carlismo, se han llevado casi siempre a matar y el gran mérito del PP ha sido mantener unida esa olla en la que conviven por una parte liberales modernos y por otra nacional-católicos. Demócratas popperianos y legionarios de Cristo.

En estos últimos años se habían producido varios intentos de fuga por el ala derecha, o directamente la ultra-derecha, como el de Alvarez Cascos, o el más reciente de VOX, y parecía que Esperanza Aguirre era la llamada a ser la Marie Lepen española, aunque ella dice que es liberal, y parecía también que con la retirada de Ley del Aborto se volvía a abrir ese melón.

Pero no.

La ruptura de la derecha viene por su ala "izquierda", la de los liberales y modernos progresistas de Ciudadanos.

El domingo, mientras se computaba el voto en Andalucía, (primero las zonas rurales, luego las ciudades pequeñas y luego las grandes), se vio como la llegada de los datos de estas últimas pegaba un empujón determinante de este partido, que permite votar con comodidad por primera vez a aquellos que quieren unir libertad económica con libertad de conciencia, algo que hasta ahora había sido imposible en España, y eso gusta a una parte del electorado del PP que tenía que ir a votar con la nariz tapada.

Las consecuencias de esta aparición van a ser muy importantes en este año electoral.

Y dejan a los modernos del PP en una situación muy complicada. (Son los que ahora mandan).

Los conservadores y reaccionarios afilan los cuchillos y se van a lanzar a la garganta de Rajoy en cuanto tengan la primera ocasión.

Esa es la gran consecuencia del resultado andaluz.

    

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