sábado, 7 de marzo de 2015

Roma locuta,...

...finita disputa.

En España poco ha cambiado desde que Pompeyo y Julio Cesar se disputaron la forma futura del estado romano.

Aquí todavía lo que diga el jefe se convierte en ley y nadie se atreve a ir a la contra.

Que dice Sánchez que sobra Gómez, pues Gómez fuera. Que dice Rajoy que González fuera, pues González a casa.

Lo que digan las asambleas y comités no cuenta para nada.

Si Aznar tenía un cuaderno azul donde llevaba apuntados los nombres de los que pensaba poner en cargos y González, Felipe, tenía una libreta, los de ahora lo deben apuntar en su IPad, pero más allá de la tecnología utilizada, ya sea papiro o Tablet, la fórmula del poder no cambia en nuestro país.

El mismo método que se utilizaba para nombrar pretores romanos se utiliza hoy para elegir candidatos.

Supongo que como entonces, el nombrador realizará su nombramiento no para el bien de los destinatarios del nuevo mandatario, sino para su propio beneficio en términos de poder interno.

No siento ninguna simpatía por Gómez de Parla o González de Estepona, pero ver sus caritas de pena mientras recogen sus pertenencias para dejar el despacho a otro, otra, que supongo pensarán con razón que no tiene mas cualificación que la que tienen ellos mismos para ocupar el cargo.

Esto se parece mucho a lo que debían sentir las sucesivas favoritas del sultán cuando las sacaban de la habitación para airearla antes de que entrase la nueva favorita.

O sea que estos desdenes políticos deben producir una especie de sentimiento de pérdida que va más allá de lo pecuniario para convertirse en algo personal casi de ruptura amorosa.

¡Que no habré hecho yo por Mariano!, pensará González mientras se seca una traidora lágrima que le corre por la mejilla.

Y que no pensará el otrora león de Parla, cuando vea a su sucesor hablando de paz y de armonía cuan si fuese un monje mendicante.

Y es que efectivamente la elección de candidatos es bastante arbitraria como demuestra el hecho de que Esperanza Aguirre, la misma del follón con la policía municipal madrileña, sea nombrada candidata a la alcaldía madrileña.

O no es arbitraria pero responde a criterios de equilibrios de poder internos muy lejos del interés general.

O a lo mejor a lo único que responde es a las encuestas: este me da mas votos luego es el que vale.

De todas formas esta campaña está más movida de lo habitual y salen de las cloacas criaturas que creíamos extintas como son las descalificaciones personales o la intervención de policías y jueces para señalar a los que se quiere descabalgar.

El Partido Popular y sus voceros se están distinguiendo por una mezcla de ferocidad y estupidez que causan vergüenza ajena.

Concretamente, los insultos a Albert Rivera, antaño alabado y elevado por los mismos que ahora le vilipendian, es bastante revelador del estado de ánimo que recorre los pasillos del poder.

Lo que yo no termino de escuchar es a nadie que proponga algo concreto.

Todo es lo bien que lo hemos hecho o lo bien que lo vamos a hacer, o vamos a cambiar o no vamos a cambiar no sea que nos demos una bofetada.

Unos dicen que lo quieren hacer con buen talante y otros por las bravas.

Pero nadie dice qué.

Espero que en algún lugar del Palatino imperial los dioses iluminen al césar y no solo éste se digne a designar al candidato, sino que además le diga lo que tiene que hacer.

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