La catástrofe aérea de los Alpes ha puesto de manifiesto muchas cosas.
Desde esa verdad inamovible que aprende todo diseñador de sistemas que es que cualquier cosa que se modifique, por nimia que parezca, terminará produciendo resultados indeseados, hasta que la mente humana es capaz de desarrollar percepciones de la realidad que nada tienen que ver con la realidad que percibimos la mayoría.
Eso es un hecho que por más vueltas que le demos no tiene de momento solución. Como se contaba en la película "Una mente maravillosa" hacia el final, después de mucha terapia el protagonista seguía viendo personas imaginarias, "pero había aprendido a no hablar con ellas".
Así que si nuestra mente deja de interpretar los mensajes que le mandan los sentidos de la forma convencional el resultado puede ser, como en este caso, catastrófico.
Y no es un hecho aislado.
Las autoridades de Tráfico saben que muchos accidentes de coche son suicidios disfrazados. Y también se llevan por delante otras vidas.
Pero me parece que este accidente/crimen nos permite también hacer una lectura positiva y esperanzadora de la realidad europea.
Tanto las instituciones como la gente de todos los países afectados han reaccionado "como una familia".
Esto puede parecer trivial pero no lo es.
Hace cincuenta años alemanes, franceses y españoles se miraban con gran desconfianza por diversas razones, desde políticas hasta económicas.
La colaboración entre administraciones era forzada, lenta y ortopédica.
Los problemas de un país no eran percibidos como problemas de todos.
Pero la Unión Europea, con todos sus inconvenientes, ha hecho en estos cincuenta años lo que cientos de años de matanzas y calamidades había deshecho.
Los dirigentes se conocen de forma casi familiar: son un equipo.
Los ciudadanos se han acostumbrado a tratar con los del otro lado y han terminado por descubrir que son muy parecidos.
Mucha gente habla otros idiomas aparte del suyo propio.
Hay gente de todas partes en todas partes.
La policía, los bomberos y todos los servicios de emergencia trabajan sobre protocolos comunes y colaboran con toda normalidad.
Y muy asombrosamente para los de mi generación, ha surgido un sentimiento de afecto que se nota en el trato corriente y en las relaciones entre instituciones.
Para España estar en esta liga es un avance descomunal que solo los que vivimos las décadas del cincuenta o anteriores podemos valorar en su complejidad.
Que podamos codearnos con alemanes y franceses en términos de igualdad, aunque sea en unas circunstancias como estas, es casi milagroso.
Que la respuesta a la catástrofe haya sido tan eficaz y tan rápida creo que nos debe dar un subidón de auto estima, de la que estamos tan necesitados.
Porque sí, hay mucho sinvergüenza suelto pero también hay mucha gente que hace su trabajo de forma muy profesional y con unos medios que no hace tanto tiempo nos hubiesen parecido un sueño.
viernes, 27 de marzo de 2015
Un poco de auto estima
Publicado por Antonio Cordón a las 11:40
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