lunes, 19 de octubre de 2009

La isla de la Tortuga

Ya hemos hablado en varias ocasiones de cómo al socaire de proteger los derechos de los autores se están socavando derechos fundamentales, no ya de la ilustración, sino de mucho antes, porque el correo y su inviolabilidad han sido piedra fundamental de los derechos civiles.

También hemos hablado de la dificultad de los partidos políticos actuales para aceptar las realidades de la sociedad de la información y sus necesidades, y de su incapacidad para comprender las consecuencias de la interconectividad mundial en los procesos sociales.

Es más, parece imposible que los partidos políticos sean capaces de salir de su ensimismamiento y tratar de ofrecer soluciones a los problemas reales de la población en lugar de pasarse el tiempo en acusaciones mútuas de corrupción o en crear falsos polos de atracción en forma de independencias, rebeliones y otras quimeras.

Espero que el partido pirata se vaya consolidando en todos los países, y espero también que los jóvenes deserten de las filas de la política oficial para crear una alternativa a la actual situación de cansancio y hastío, sentimientos peligrosos cuando el planeta se precipita hacia un cambio climático cuyas consecuencias apenas podemos imaginarnos.

El consejo de ministros de las islas Maldivas celebrado bajo el agua para llamar la atención sobre el hecho cierto de que esas islas pueden desaparecer con un pequeño aumento del nivel del mar, las advertencias de Gordon Brown hoy mismo, o las del secretario general de la ONU indicando que vamos de cabeza al precipicio con el pie pegado al acelerador, no son anécdotas pintorescas. Son advertencias.

Cuando veo que se dedican 10.000 millones de euros, por parte de gobierno español, a la cooperacion internacional, es decir en gran manera a mejorar artificialmente la vida de unas comunidades que crecen muchísimo más de lo que su economía puede soportar y son auténticas bombas de relojería en forma de emigraciones descontroladas y aumento de los fundamentalismos, me entra un sentimiento de impotencia ante la catástrofe.

Los mismos millones que se hurtan a la promoción del I+D se entregan a generar miles de nuevas bocas hambrientas (se extrañan los "expertos" que después de veinte años de cooperación el hambre no sólo no disminuya, sino que aumente).

Y mientras en las Españas, en lugar de comenzar a construir centrales nucleares, nos dedicamos a subvencionar la producción del carbón asturiano que cuesta exactamente el triple de lo que costaría comprarlo en el mercado internacional, y primamos (con nuestro dinero, el que pagamos en el recibo) las energías renovables que salen por un ojo de la cara y están haciendo ricos a los mismos del ladrillo.

Nos saquean la cuenta corriente, nos controlan la correspondencia, nos mienten con impudicia y además son unos inútiles.

Vámonos a la isla de la Tortuga con el pirata pata palo.


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