martes, 11 de febrero de 2014

El año que viene en...Sefarad

Doy la vuelta a la conocida plegaria hebrea, "el año que viene en Jerusalén", para poner en su contexto mas humano y trágico la decisión aparente del Gobierno Español de conceder la nacionalidad española a todos los que puedan acreditar un linaje sefardí, sin perder su actual nacionalidad.

Desde 1492, y ya ha llovido, se ha esperado con paciencia y sin mucha esperanza , esta noticia.

Si este gobierno toma esta decisión habrá entrado en la historia de probablemente la mayor villanía cometida colectivamente por nuestro pueblo en todo el tiempo de su existencia.

Hemos cometido barbaridades, crímenes, salvajadas. Pero expulsar a toda una comunidad indefensa o someterla a la bajeza de renunciar a sus creencias en nombre de la pureza racial y la unidad religiosa, eso tiene pocos antecedentes históricos.

Aunque Fernando de Aragón se justificase diciendo que lo había hecho para impedir males mayores en forma de los "progromos" que de tanto en tanto sacudirían otros países europeos hasta llegar a la "solución final" alemana, la expulsión fue una canallada que empobreció definitivamente a un país tan necesitado de inteligencia como el nuestro. Los resultados nos han estigmatizado durante siglos.

¿No hubiese sido mejor que Baruch Espinosa o David Ricardo hubiesen vivido en España?

Y sobre todo, ¿no hubiese sido mejor que los españoles nos reconociésemos desde el principio como una sociedad mestiza que es lo que somos, en lugar de pretender ser de una raza pura que nunca hemos sido?

Como dice un sefardí en El País de hoy, esto no repara el daño causado pero es un buen gesto. Un gesto que no puede hacer olvidar no solo los quinientos años de diáspora, sino lo que es más grave los quinientos años de desprecio a los descendientes de conversos, tan numerosos en nuestro país y que hasta no hace mucho vivían con el temor a que alguien "tirase de la manta".

Porque los que se fueron a Estambul o Salónica, a Ámsterdam o a Londres, vivirían lejos de su hogar pero en una situación de libertad mayor que los que optaron por quedarse y vivir bajo el yugo de la Inquisición.

A estos si que habría que darles una reparación histórica, y aunque hoy todos nos hayamos mezclado y seamos una sopa genética indescifrable, reponerles en el orgullo de llevar en sus venas la sangre de los perseguidos por ser quienes eran y no por haber cometido falta alguna.

Dice El País que hay 3,5 millones de sefardíes en el mundo, principalmente en Israel, y teniendo en cuenta lo riguroso que es el sistema de linajes judíos, la mayor parte cumplirán de sobra las condiciones que marque finalmente la ley. (No como los hispano americanos donde ha habido amplia manga ancha).

Yo, que solo tengo que mirarme al espejo para ver de donde vengo, me di cuenta hace años, viendo la película Annie Hall, que la familia de Woody Allen y la de mi madre eran como dos gotas de agua.

Me gustaría más que nada, ir hacia el pasado y descubrir las razones de ese parecido.

Mientras, y por una vez, me siento unido al gobierno de mi país.    

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