jueves, 2 de octubre de 2014

Fe, esperanza y caridad

Las tres virtudes teologales adquieren un significado nuevo cuando las circunstancias que nos rodean cambian a peor. La fe en quienes nos guían se desvanece. La esperanza en un mañana mejor se pierde. Y la caridad sustituye a la justicia social.

Viene este pensamiento tan profundo a colación de un artículo del New York Times, publicado en el cuadernillo que incluye El País, y que se titula "La pérdida de fe en las élites".

Dice así. "En las democracias modernas ha existido (hasta ahora) un acuerdo tácito: está bien que los ricos y los poderosos disfruten de aviones privados y de casas caras y extravagantes siempre que la gente normal y corriente vea aumentar su nivel de vida".

Pero como veíamos ayer esto ha dejado de cumplirse.

En el mismo artículo señala el autor que las clases medias americanas viven hoy peor que en 1999 y que el aumento del PIB no se refleja en la retribución del trabajo. (Lo que ya ha puesto encima de la mesa el señor Pickety).

En estas circunstancias, la clase política "del sistema" se ve incapaz de "vender" a los sufridos ciudadanos programas de austeridad y sacrificio y aparecen toda clase de opciones políticas "anti-sistema" que defienden que la salida de la crisis pasa por la independencia, la nacionalización de los bancos, las asambleas populares vía internet, o el califato reeditado.

Y cada vez hay más gente que se apunta a esas soluciones. Si el sistema no nos ampara ¿para que nos sirve el sistema?

Caen además sobre esas percepciones las continuas muestras de corrupción que hacen muy difícil defender un sistema trufado de todo tipo de malas prácticas, en el que todo el que ha podido meter mano en el cajón de los caudales públicos así lo ha hecho.

Va siendo hora de que alguien se ponga a explicar las consecuencias de dejarse llevar por las opciones "rupturistas".

De explicar y recordar como se forjó el nacional socialismo. De explicar como el anarco sindicalismo hizo imposible cualquier reforma y solo dejó la opción de la violencia.

De explicar que la independencia catalana no es la creación de un estado sino la destrucción del estado español para construir después a partir de sus ruinas dos estados.

De explicar que las nacionalizaciones y apropiaciones conducen a las hambrunas y al derrumbe de las sociedades.

También va siendo hora de actuar contra la corrupción de forma ejemplar.

Aunque  nos cuesta digerirlo, el mundo se está dirigiendo hacia un gran conflicto.

Supongo que lo mismo se percibía en los años treinta del pasado siglo y mucha gente lo advirtió.

Cuando se pierde la fe en quienes nos guían y la esperanza en que nuestro trabajo nos conduce hacia una vida mejor solo se puede esperar que afloren los peores instintos del ser humano.

Esta es una hora de gracia para los bufones y los traidores.

¡Me temo que de esta no nos salva ni la caridad!   

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