domingo, 23 de noviembre de 2014

El pequeño Nicolás y la duquesa

Como en España no tenemos sabios ni grandes hombres de empresa, ni nada de nada en realidad, lo que tenemos son esperpentos y monstruos.

Don Quijote cabalga por la estéril estepa castellana dando lanzadas a los molinos de la modernidad mientras Rinconete y Cortadillo se apostan detrás de la esquina para robarnos la cartera y la verdad es que no nos parece mal. Total aquí nada vale para nada.

El entierro de la duquesa y las lágrimas del populacho causan sonrojo, o mejor dicho lo causarían, porque representan una manifestación del carácter servil de gran parte de nuestra población.

Pero mas sonrojo causan los medios de comunicación de toda tendencia lanzados a la tarea de ensalzar a una persona que representaba la pervivencia de los valores feudales y el mantenimiento de unos privilegios absolutamente injustificables.

¡Que decir del obispo de Sevilla y sus homilías ensalzadoras de la grandeza! Se califican solas y nos recuerdan de que lado están los obispos.

Con todo lo peor es observar la fascinación que produce en los pobres el boato de la aristocracia.

Cualquiera que haya pasado por la abominable "Feria de Sevilla" puede ver esas familias que pasean por entre las casetas mirando como los señoritos comen langostinos y como los admiran por ello.

Y como sueñan con que les toque la lotería para ser ellos los que están en la caseta bailando sevillanas mientras los pobres pasean entre los festejantes sin que se les permita acceder al banquete mas que para mirar de lejos.

También el pequeño Nicolás soñaba con ser un hombre importante, uno de los que sale en la tele pontificando sobre esto y lo otro, y en lugar de jugar a los videojuegos él prefería inventarse un juego de rol en el que era un héroe secreto como James Bond.

¿Cómo se infiltró en los círculos de las "juventudes del PP" y después en la FAES?

De ahí en adelante es más fácil de entender porque dado el papanatismo y el servilismo con el poder que reina entre los funcionarios y servidores públicos, acostumbrados a que les caigan encima tras cada elección una manada de enchufados del partido ganador, es perfectamente posible que Nicolás hiciese valer su cercanía a los círculos íntimos del PP para conseguir todo lo que se proponía.

Y su fantasía hizo el resto.

No hace falta ser psiquiatra para darse cuenta que este muchacho es un perturbado que ahora se encuentra en su salsa contando o diciendo que va a revelar secretos de estado que seguramente están en su cabeza y que seguramente tienen como base conversaciones que efectivamente ha tenido con unos y con otros.

Ni la duquesa ni el pequeño Nicolás merecerían más de un breve en la sección de sociedad de algún periódico de provincias.

Aquí están por todas partes.

Será que no tenemos nada más de lo que hablar.



    

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