jueves, 6 de noviembre de 2014

Guerra...y paz

Me refiero a Alfonso Guerra quien tras estar de diputado desde 1977, ha decidido que ya es suficiente y se va.

Apenas he leído panegíricos para no contaminarme y transmitir mi propia opinión de este político a la antigua usanza que fue de menos a más y que habiendo sido la bestia negra de la derecha española durante muchos años, hoy es visto por esa misma derecha como un ejemplo de honestidad y de servidor del bien común.

El PSOE en 1977 se parecía mucho al Podemos de hoy. En realidad eran grupitos de personas sin relación los unos con los otros, que se habían ido formando en cuatro ciudades fundamentalmente: Madrid, con los hermanos Solana, Enrique Barón y otros por un lado, y el profesor Tierno Galván por otro, Barcelona con Maragall y compañía, Bilbao con Nicolás Redondo, y finalmente Sevilla.

Allí en Sevilla había un grupito de amigos en el que uno destacaba sobre los demás. Se llamaba Felipe González. Era abogado laboralista en Madrid y había estudiado un año en Lovaina con dineros de no se sabía quien exactamente. Felipe tenía un amigo con pinta de intelectual izquierdoso un poco de caricatura, que se llamaba Alfonso.

Felipe pronto comenzó a rodearse de un aura de figura carismática, como de profeta ungido para sacar a España del valle de las sombras del franquismo, y Guerra era su guardián. Como Jesucristo y San Pedro.

A Felipe nunca le llegaba la mierda. Flotaba en una nube de perfección y a su paso las gentes quedaban como transfiguradas.

El aquellas legislaturas de UCD, Felipe era el patricio egregio y Guerra su verdugo.

El verbo vitriólico de Guerra causaba pánico en las filas de la derecha que le odiaba a muerte. En las tertulias piadosas no les faltaba mas que acusarle de blasfemia y de quemar iglesias.

Cuando el PSOE llegó al poder en el 82 se produjo la mayor explosión de júbilo habida en España desde la proclamación de la II República. La gente lloraba de emoción.

Felipe se puso serio y estadista y Guerra siguió ocupado de la maquinaria y de ser el malo.

Por fin los enemigos de Guerra encontraron un resquicio en la armadura que le había protegido hasta el momento y que no era otra que su austeridad legendaria. Su hermano Juan, un paleto modelo encefalograma plano, había montado una oficina para intercambiar favores por dineros.

Al principio Felipe le defendió pero los sucesivos escándalos de financiación ilegal del PSOE terminaron con la relación que venía de muy lejos. El tándem Felipe-Guerra se había roto.

Felipe comenzó a recibir la mierda personalmente y se fue haciendo cada vez mas engreído y distante.

Alfonso Guerra hizo el camino contrario.

Se reconcilió con su viejo enemigo Suarez, se refugió en una vida personal alejada de las bambalinas y cercana a sus aficiones literarias y musicales, y se convirtió en una referencia para los diputados de toda orientación hasta ser nombrado presidente de la ponencia constitucional del Congreso, o sea guardián de las esencias.

No se le conocen casoplones ni cuentas en Suiza.

  

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