lunes, 26 de enero de 2015

Syrizas, el apocalipsis europeo

¡Que mal se han hecho las cosas en el viejo continente para que la estrategia de supervivencia de los viejos partidos comunistas se haya convertido en un éxito tras veinte años de fracasos!

Cuando el comunismo se extingue en sus últimos baluartes cubanos y tan solo se mantiene en esa especie de manicomio post siberiano que es Corea del Norte, sus supervivientes cuan Ulises redivivos han encontrado el camino de vuelta a Itaca.

Y lo han hecho de la mano de la crisis que ha desnudado los esfuerzos que denodadamente se mantenían para ocultar la decadencia de un sistema socio-político-económico nacido de las ruinas de una guerra desatada precisamente por las tensiones ocasionadas por otra crisis económica, la de 1929.

Fue, a la vista de los desastres de aquella guerra, cuando los políticos europeos decidieron crear un sistema en el que se desterrasen las grandes calamidades que cíclicamente afectaban a las capas mas desfavorecidas de la sociedad y también ayudase a mantener la estabilidad de las clases medias.

Los mas favorecidos pagarían vía impuestos para sostener esquemas de jubilación, desempleo, salud, y educación.

A cambio habría estabilidad, consumo y en definitiva mas riqueza para todos.

Y sobre todo no sería necesario entregar periódicamente a los hijos a matanzas gratuitas y horribles originadas en desencuentros mas o menos fundados y organizadas por intereses políticos desenfrenados.

Se creó el Mercado Común para hermanar a los contendientes en torno a intereses comunes y compartidos y obligarlos a hablar de cosas concretas en lugar de pasiones nacionalistas.

Y se puso un montón de dinero americano encima de la mesa.

La amenaza de los tanques rusos ayudó bastante.

La cosa fue razonablemente bien hasta los años setenta cuando el precio del petróleo se disparó y comenzaron otra vez las crisis.

Pero en los ochenta pareció encontrarse la solución: el neo-liberalismo y el monetarismo.

Se comenzaron a vender los activos estatales y se puso en circulación un montón de dinero.

Se abrió el mundo a la globalización y el Mercado Común se convirtió en la Unión Europea y se abrió a los países menores de la periferia europea, entre ellos España y Grecia.

Los españoles, los portugueses, los irlandeses y los griegos comenzamos a soñar con vivir como los franceses y alemanes sin comprender que para gastar hay que ganar primero.

Y así, a la vez que las industrias que se habían instalado en estos países en los años sesenta para aprovechar sus menores costes se marchaban a China y las Filipinas, unos políticos sin escrúpulos ni sentido común, se pusieron a "igualar" los sistemas de prestaciones sociales de países pobres con los de los países ricos.

El sueño se vio confirmado por la falsa prosperidad que las sucesivas burbujas monetarias de los noventa y primeros años del siglo XXI trajeron a países que nunca se habían visto en otra igual.

La locura se remató con la introducción de la moneda única en la que estos países se precipitaron como niños hambrientos a un McDonalds.

Una vez dentro, pensaron, no nos van a dejar caer en nuestra modesta realidad de países pobres.

Y entonces vino la debacle de los bancos y las hipotecas y con ella se fue la supuesta fuente de riqueza de estos países que era vender suelo y pisos en la playa como si fuesen piezas de moderna ingeniería.

Y de repente no había dinero para los relucientes hospitales, las carreteras, las escuelas bilingües, los AVEs, las pensiones, el desempleo y todo lo demás.

"Será pasajero", dijeron los políticos espabilados, y se pusieron a pedir prestado.

Al cabo de un tiempo empezaron a subir los tipos de interés y a continuación ya nadie quería prestar dinero.

Y entonces empezaron los rescates, o sea mas préstamos, y venga a pagar los intereses y a hacer "reformas", o sea, a desmantelar lo previamente construido para gastar menos.

En Grecia, donde la realidad era mucho peor que en los demás lugares, (no se recaudaban impuestos, la economía real era paupérrima y se había mentido a lo bestia para entrar en el euro, además de haberse gastado una fortuna en una olimpiada absurda), el batacazo fue de campeonato.

Entonces los "médicos" alemanes impusieron una cura disciplinaria: adelgazar a base de no comer.

Y los griegos vieron que no solamente la dieta germana no les curaba sino que cada vez estaban mas enfermos.

Y del fondo del Egeo volvió un barco cargado de viejos y gastados guerreros que levantaron la bandera de la rebelión: ¡no a la Troika!

Y la gente se dijo, "susto o muerte".

Y prefirió susto.

Esta noche pasada se lo han pasado estupendamente bailando y cantando.

Pero mañana vuelve la realidad, y la realidad es que a parte de la deuda monstruosa, los griegos no producen casi nada que pagado en euros merezca la pena.

Pero si vuelven al dracma el país va a quedar como si hubiese pasado la caballería huna.

Y si se quedan en el euro no van a poder pagar la deuda ni de lejos ni tener la menor esperanza.

Dicen los políticos españoles que Grecia no es España y viceversa, pero nosotros tampoco podemos pagar lo que tenemos y nuestros jóvenes tienen un futuro mucho mas complicado que el que tuvieron sus padres.

La Unión Europea se ha convertido en un armatoste que se empeña en prolongar el sueño de una sociedad protegida e igualitaria, en un mundo que contrapone eficacia a bienestar y en el que el sistema platónico chino se nos merienda en lo económico a la vez que las realidades geopolíticas nos inundan de emigrantes africanos, americanos y asiáticos.

Resurgen los nacionalismos y hasta suenan tambores de guerra en las viejas tierras del confín ucraniano.

Los partidos eurofóbicos ganan cuota de mercado en sus versiones nazis o anti-sistema.

Y ahora, el viejo orden que acompañó el renacer europeo después de la guerra, basado en el bipartidismo social-demócrata y cristiano-demócrata se viene abajo.

¿Seremos capaces de encontrar una solución o acabaremos a mamporros?

Espero que a alguien se le ocurra una propuesta esperanzadora porque amenazar con el apocalipsis no creo que vaya a funcionar.

Y el problema no se va a marchar.  

               

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