jueves, 3 de diciembre de 2009

La Stassi cultural

Resulta reconfortante observar la reacción de la ciudadanía digital a la pretensión del gobierno de instaurar una policia cultural de la red sin garantías judiciales.

Decía Churchill (al buen hombre se le atribuyen miles de citas), que una democracia es cuando si alguien llama a tu puerta a las cinco de la mañana, es el lechero. Ahora diríamos es tu hijo (a) que vuelve de una fiesta y se ha olvidado las llaves.

Es decir hay líneas que no se pueden traspasar, y si se traspasan ya estamos en otra situación que lo es la democracia sino la República Democrática Alemana.

La peregrina idea de poner de ministra de cultura a una miembro activo del lobby cultural en estos momentos de controversia, solo se le podía haber ocurrido a una persona que como nuestro actual presidente, nunca ve mas allá del día presente, ni de sus narices.

Ahora esta señora Gonzalez Sinde bien podría ser acusada de prevaricación por intentar colar una ley que tan manifiestamente va contra los principios constitucionales.

Y eso que se habían preparado para decir que en realidad no van a ir a por los internautas sino a por las páginas que facilitan las descargas.

No terminan de comprender que Internet es un espacio sin límites y que los derechos de inviolabilidad de la correspondencia no son discutibles.

No terminan de entender que la industria cultural no digital tiene que hacer su transición a la realidad tal y como ya han hecho anteriormente muchas industrias.

Es triste que la gente pierda sus empleos. Yo lo se bién porque he visto ese proceso terrible ponerse en marcha y devorar fábricas, empresas y oficinas.

Pero no se puede evitar y sobre todo es inutil gastar recursos en salvar lo que ya se ha muerto.

Lo que hay que hacer es ayudar a la gente a resolver los problemas del cambio.

Cuando una industria se manifiesta ante el Ministerio de Industria es que se ha muerto.

Me gustaría que se publicasen todos los manifiestos y peticiones que se han recibido en aquella casa en los últimos treinta años, entregados siempre por gentes enfadadas, (y asustadas), que exigían justicia y protección.

La industria del disco nació con el siglo XX y muere en estos comienzos del XXI.

Y con ella mueren las formas primitivas de recaudación de derechos de autor.

Pero que nadie piense que la música o el cine van a morir.

Lo nuevo ya ha nacido, y no hay Stassi cultural ni ministra obcecada que lo paren.

Además, el PSOE no es tonto, y saben que se están jugando un millón de votos.

Veremos que pasa.

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