martes, 22 de junio de 2010

BP y aquellos viejos tiempos

He visto estos días a mi antiguo jefe Carl Henric Svamberg dando explicaciones sobre los sucedido en el golfo de Méjico y he pensado en eso que se llama justicia poética, es decir como el devenir de los acontecimientos a veces responde a a eso que nos enseñaron el el colegio sobre los malos y los buenos.

Ciertamente poco se puede reprochar personalmente a Svambreg, que lleva en el cargo desde principios de año, pero en realidad Carl Henric, apodado "El Cerrajero" por sus inicios en la carrera de gran capo industrial, si que representa la esencia de la nueva generación de directivos corporativos que se ha ido instalando en el poder a partir de los años ochenta, y cuyo lema es "maximizar el retorno para el accionista".

Fue en aquellos años cuando se consagraron conceptos ahora muy conocidos como liberalización, globalización, privatización, la desregulación... y también el todo para el accionista.

Fué un movimiento encabezado por los capos de la banca de negocios y fondos de inversión, (los mismos que han protagonizado los "crash" de los noventa-bonos basura, dosmil-puntocom y el actual de la depresión bancaria. Vease la película Wall Street.

Las grandes corporaciones en aquellos años setenta y primeros ochenta eran dirigidas por tipos serios, gente que efectivamente actuaba como si fueran los dueños de las empresas, que habían hecho toda su carrera en ellas y que invertían en I+D, que pensaban a largo, y que no regateaban en los costes de explotación porque pensaban en términos de calidad y de responsabilidad.

Efectivamente los beneficios eran menores, y los accionistas convidados de piedra que se limitaban a ver crecer poco a poco su dinero.

Sobre este mundo tranquilo cayeron los tiburones y, con la inestimable ayuda de todos nosotros como inversores ávidos de dividendos, y mas aún, de subidas espectaculares del precio por acción, (la prensa al frente de la manifestación), todos los fundamentos de la industria se cayeron con gran estrépito.

Y llegaron los nuevos directivos afectos al corto plazo, el beneficio para el accionista, y el recorte de costes.

Y llegaron las privatizaciones, y con ellas los despidos masivos y las subcontrataciones, las externalizaciones y finalmente la anorexia empresarial.

Y los nuevos empresarios se hicieron muy ricos al tiempo que las compañías se encogían, y con dicho encogimiento disminuían las inversiones y los costes de explotación.

¿Aumentaba el riesgo?

Posiblemente, pero el bono crecía y con suerte la explosión le tocaría a otro. (Puesto que ahora esos directivos ya no son de la compañía sino mercenarios de quita y pon).

Es en este contexto donde hay que situar el incidente del golfo.

El consejero delegado se va a casa, (con la bolsa bien repleta), la compañía queda a merced de una absorción, y la población del golfo pierde su forma de vida.

Y Svamberg pone cara de responsabilidad mientras echa las cuentas y supongo que medita sobre su próximo movimiento corporativo.

Se buscará a algún culpable por la cosa de las compañías de seguros, algún director técnico, y quedaremos emplazados para la próxima, porque si no se vuelve hacia atrás, a cuando las compañías pensaban mas en si mismas que en sus accionistas, seguirán pasando cosas de estas y además el dinero que se ahorra en seguridad y en calidad irá a engrosar las bolsas que luego se usan para la especulación. No para el desarrollo de la humanidad.

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