lunes, 18 de julio de 2011

18 de Julio, 75 años después

De la jungla digital a la jungla de odio va mucho mas que 75 vaños. Va lo que media entre un país casi medieval y un país moderno. Va lo que media entre el hambre y los hipermercados. Va lo que media entre la EGB, (por mala que sea), y el analfabetismo.

Todo español tiene una visión de aquellos acontecimientos, inevitablemente sesgada por la experiencia vivida por su familia. De hecho la mayor parte de los votantes de derecha o izquierda hoy en día se corresponden con el sentido del voto de sus abuelos.

Pero ya no hay el odio y la rabia. Ni el miedo.

Yo soy hijo de la generación que participó, o que por ser excesivamente joven solo asistió desde la retaguardia, por tanto mis sentimientos iniciales acerca del conflicto vienen de las experiencias de primera mano sufridas por mis familiares.

Familias, de mi padre y de mi madre, mayoritariamente entre de derechas y apolíticas, que no sufrieron desgracias irreparables, aunque si la destrucción de patrimonio, el hambre, el miedo y el castigo de una eterna postguerra, en la que la iglesia católica amparada por un poder brutal, convirtió el hecho de ser joven en un martirio.

Aquel 18 de Julio, mi madre, de 13 años, había vuelto al pueblo con sus padres, aunque ella vivía en Madrid en casa de unos tios, como era la costumbre de aquella época de repartir la prole femenina entre los familiares mas agraciados.

De hecho vivía en la calle Conde de Peñalver, en compañía de su tia y dos primos, ya adultos, que eran arquitectos y de la burguesia republicana.

Fué uno de ellos, amigo de García Lorca, y problablemente de sus mismas tendencias sentimentales, quien avisó a mi abuelo a poco de comenzar aquel verano, de que viniese a buscar a Lolita, porque en Madrid iba a pasar "algo".

Probablemente, el mismo que avisó al primo de mi madre también avisó a Federico García Lorca, y como es sabido este se marchó como mi madre a su casa, donde creía estaría seguro.

Y es que desde hacía meses había movimientos conspiratorios, y la policia secreta andaba tras los que traían y llevaban mensajes del movimiento que se preparaba en la Capitanía General de Pamplona, por parte del general Emilio Mola.

También se había incrementado la actividad terrorista de anarquistas, socialistas, falangistas y católicos, y los muertos se sucedían con irritante parsimonia. Unos en Cuatro Caminos y Vallecas y los otros en el barrio de Salamanca.

Así que mi madre se fué a El Alamo, a 35 km de Madrid por la carretera de Extremadura y Lorca se fué a Granada.

Y luego aquel 18 de Julio finalmente llegó el momento.

Dicen los unos que fué el asesinato del lider de la derecha Calvo Sotelo el que prendió la mecha, pero en realidad este asesinato solo fue la respuesta al asesinato del teniente de la Guardia de Asalto Castillo, socialista, un día antes, y fueron los compañeros de este los que ejecutaron a Calvo Sotelo con sus uniformes puestos.

En realidad el golpe se habría dado unos días antes o después, porque los planes de Mola ya eran irreversibles, y las acciones de Franco en los cuarteles del ejército de Africa, acciones de intimidación y amenaza, eran igualmente irreversibles y urgentes.

Luego el golpe fracasó en las grandes ciudades y llegó la guerra.

Una guerra que la gente no creía posible.

Una guerra que ha dejado heridas que no han sido cerradas.

Pondré un ejemplo.

Semanas después de reunirse la familia de mis abuelos en el pueblo, este tuvo que ser desalojado ya que el ejército de Africa venía a toda velocidad avanzando en esa dirección, y las tropas de choque eran marroquies que violaban sistematicamente a la mujeres que encontraban.

Mis abuelos no eran de izquierdas. De hecho habían sido obligados a pagar "impuesto revolucionario" a los milicianos que controlaban el ayuntamiento. Pero tenían hijas jóvenes, y corrieron a refugiarse con sus parientes en la capital.

Mis abuelos eran de las familias propietarias de tierras e incluso habían tenido la tienda del pueblo.

Eso no evitó que su casa fuera saqueda por los vecinos que se quedaron esperando a los moros.

Y mis abuelos tuvieron que tragarse el sapo cuando volvieron, de ver como sus cosas estaban en casa de sus vecinos.

Esa cosas nunca se devolvieron.

En los casos de familias "republicanas", se requisaron casas, tierras, y toda clase de bienes.

Nunca se han devuelto.

Los descendientes de los saquedados tienen que pasar todavía hoy por delante de las casas que fueron suyas y seguir callando, ¡75 años después!

Y hablamos de cosas materiales sin mayor importancia.

Lo que me parece una verguenza es que todavía no se hayan abierto las fosas comunes y enterrado a los muertos con el respeto debido.

Y que eso sea objeto de debate me parece una muestra de que en el fondo de mucha gente no se han superado ni el odio ni el miedo.

Abraham Lincoln dió por cerrada la guerra civil americana con una amnistía general ¡un año después del final de la guerra!, y sus oponentes, como el presidente de la Confederación Jefferson Davis, siguieron con vidas y actividades y murieron honrados por sus seguidores.

Aquí seguimos negando a los vencidos la mas mínima reparación, y considerando que lo mejor es "olvidar".

Efectivamente, olvidaremos y cuando muramos los de mi generación, ya apenas quedará motivo para la controversia.

Pero esa falta de ética y de respeto a los demás que late en el fondo de la política española de hoy no es sino consecuencia de la falta de respeto hacia nosotros mismos que demostramos cuando nos negamos a aceptar nuestras culpas colectivas, a poner remedio a lo que se puede reparar, y a seguir viendo a los que no piensan como nosotros como enemigos.

El 18 de Julio de 1936 se extendió la consigna de aniquilar a los enemigos.

Creo que mientras no consigamos eliminar ese concepto de enemigos, estaremos en riesgo de caer en espirales de miedo y odio que conduzcan al deseo de aniquilación.

Afortunadamente la España de 1936 ha desaparecido, pero no estamos a salvo de crisis económicas ni de la aparición de salvadores y visionarios.

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