miércoles, 20 de julio de 2011

La cultura de la dimisión

En nuestro país no tenemos cultura de dimisión. Esa es la realidad. Incluso a un político como Francisco Camps al que se le han grabado, legalmente, conversaciones altamente comprometedoras, y al que un juez ha considerado conveniente procesar a la vista de las evidencias, se ha resistido tenazmente a dimitir y ha mantenido a su partido en una situación de ataque de nervios durante muchos meses.

En el Reino Unido, acaban de dimitir los dos primeros responsables del Scotland Yard por los lazos establecidos entre la policía inglesa y los periodistas del News of the World. Lazos que no son delictivos en si mismos, como no lo es que David Cameron tuviese como jefe de prensa a otro periodista de ese medio.

Es que los altos cargos no pueden relacionarse con gente de conducta reprobable.

Al menos no de forma ostentosa.

Y eso es precisamente lo que han hecho Camps, y todos los demas cargos del PP que en tan buenos términos estaban con los de la trama Gurtell.

Tenemos en España una gran capacidad para ignorar de donde sale el dinero de la gente.

Se ve que tras siglos de pobreza, nos gusta que la gente se haga rica, sea como sea.

Nos parece normal que los políticos, que ganan sueldos que no son para tirar cohetes, se compren mansiones, conduzcan coches de gama alta y vistan trajes de 1000 euros con corbatas de 300.

Y eso no es normal, porque esos sueldos no dan para ese nivel de vida.

Yo comprendo que los políticos reciben muchos regalos y que a su alrededor crecen los aduladores y los que quieren ser tratados como amigos.

La cuestión es que muchas veces esos aduladores y lameculos son auténticos tiburones que cada vez que te regalan un traje te estan comiendo un brazo.

Basta ver como se han enriquecido los de la Gurtell para sospechar que sus relaciones con Camps y los demás no han podido ser desinteresadas.

Dice Camps que se "sacrifica por España".

Menos lobos caperucita.

España lo que necesita es que todo político pillado en un contubernio económico tenga la decencia última de dimitir, sin discutir y sin aspavientos.

Y luego si la justicia le absuelve, exigir la correspondiente reparación, o mejor aun, mantenerse alejado de la política y dedicarse a su profesión.

Efectivamente, lo que sucede es que la mayoría de los políticos españoles tiene en la política su única profesión. Cuando se van no tienen a donde ir.

Por eso dimitir les cuesta tanto.

Trabajar de comercial en una empresa tiene mucho menos glamour que ser presidente de la generalidad. Además no te regalan los trajes ni las corbatas, ni te venden casas chollo en urbanizaciones de lujo.

Cuando oigo lo de la "clase política" me dan ganas de salir corriendo. Los políticos no pueden ser una clase ni una casta. Tienen que saber entrar y salir de la política.

Y los votantes tienen que distinguir entre colores políticos y colores futbolísticos.

No es de recibo disculpar cualquier cosa en los "suyos" y atacar sistematicamente a los "otros".

Eso muestra un comportamiento tribal y subdesarrollado.

Hay que distinguir entre políticos por sus cualidades y no por sus colores.

Porque si no, te encuentras como los votantes valencianos ahora mismo, sabiendo que han votado a un mentiroso, (cuanto menos).

¿O tal vez no son ni siquiera capaces de reconocerlo?

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