martes, 23 de junio de 2009

El poder del contenido

El tema de hoy lleva dando vueltas en mi cabeza desde hace ya un mes, pero hasta ahora no me he decidido a escribir sobre ello. Quería saber si era capaz de llegar a alguna conclusión por mí solito, pero la verdad es que no he podido hallar nada en claro. El tema en cuestión trata sobre la televisión y el poder de una cadena al poseer un contenido en exclusiva, fuertemente demandado y de interés en directo, sin mayor fuste si se ve un día después. Como no, hablo del fútbol.

Supongo que la mayoría de nosotros vimos la final de la Champions League en Antena 3 hace aproximadamente un mes. Igual que tuvimos la oportunidad de ver los partidos de la Eurocopa en Cuatro hace un año. Entonces supongo que os resultaría igual de molesto que a mí la ingente cantidad de publicidad que metieron antes, durante y después de los partidos, tanto en formato anuncio, como a través del comentarista o sobreimpresiones en pantalla.

Yo entiendo que estos contenidos son caros, muy caros, y que hay que pagarlos. Pero, ya que es complicado que ambos convivan en pantalla, ¿hasta dónde llega el derecho a introducir publicidad a costa del contenido? Porque en las finales de ambas competiciones los espectadores nos quedamos sin ver gran parte de lo que estaba pasando en el campo a cambio de tragarnos una serie de anuncios. Una publicidad que estoy convencido que creo más animadversión que filia hacia la marca que nos privaba de ver a nuestros jugadores celebrando una clasificación o un título.

El caso de la final de la Champions League está relativamente justificado, porque existía una alternativa de pago como Canal +. Si estás dispuesto a pagar un premium, te libras de los anuncios y disfrutas del espectáculo de forma íntegra; si no, te lo mutilamos. Pero, ¿y en la Eurocopa? Yo, como espectador español, no tenía más opción que seguir los partidos a través de Cuatro. Era un esclavo sobre el que practicaron técnicas de sodomización publicitaria, sin salida posible.

También tenemos el caso opuesto. Estos días Tele5 está programando la Copa de las Confederaciones y no ha otorgado el dudoso placer de disfrutar de los comentarios de Luís Aragonés. No voy a entrar en discusiones sobre si es buen o mal entrenador, ¡pero lo que está claro es que es un comentarista terrible! Es soso, sin labia ni ocurrencias, con estamentos que podría afirmar cualquiera que estuviese viendo el partido con un solo ojo, y con un periodista que le tiene que estar continuamente dando pie a que añada algo. Una vez más, las cadenas nos castigan y ver el fútbol se vuelve un poco más molesto. No obstante, esta vez la situación es muy diferente, ya que Tele5 paga a Aragonés por hacer ese trabajo, y no creo que sea un sueldo corto. ¿Por qué pagas por torturar a tu audiencia?

Difícil escenario este. Una cadena con todo el poder y que sabe que la elasticidad de la demanda ante el desprecio es minúscula. Una tentación demasiado grande como para no usarla y los consumidores no tenemos más remedio que aceptarla o apagar la televisión y abrir un buen libro. ¿Alguna idea el respecto que me ilume sobre este controvertido asunto?

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