La sabiduría popular española es muy sabia, a falta de una palabra mejor. Y hay un dicho que dice: "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar". Una gran verdad que se aplica menos veces de las convenientes.
Primero fue la industria de la música la que comenzó a sufrir los efectos del intercambio de archivos a escala global a través de Internet. Luego, con el avance de la tecnología aplicado al ancho de banda, fueron las industrias del cine y la TV las que vieron peligrar su modelo de ingresos. Repetir el error de la falta de preparación por 3ª vez podría parecer absurdo, pero la realidad es que la industria de las editoriales de libros está siguiendo ese camino.
Hasta ahora protegidas por la falta de una tecnología realmente usable y reducida en precio que permita leer cómodamente sobre una pantalla, las editoriales se han preocupado poco del fenómeno de la digitalización de los contenidos en texto. Ignoran su existencia, como si no fuese con ellos, y siguen enfocadas en sus páginas y lomos, pretendiendo que sus ingresos pasados asegurasen los futuros. El ejemplo más claro está teniendo lugar en la actual Feria del Libro de Madrid, donde el ebook ha sido literalmente vetado.
Pero la realidad es que los lectores de ebooks son cada vez más comúnes, más baratos y ofrecen una mejor experiencia de usuario. Sin embargo, apenas existen tiendas digitales que ofrezcan ebooks, lo cual provoca que los lectores interesados acudan al intercambio de libros a través de las redes de Internet. Así, se están cimentando las mismas bases que están haciendo temblar hoy en día a las grandes compañías de música y cine, educando a los consumidores a compartir de manera gratuita los contenidos.
Puedo entender que el cambio asuste, que cueste aceptar que hay que cambiar el modelo de negocio hasta casi su misma esencia para poder seguir haciendo dinero en el medio plazo. Pero lo que no pueden pretender las cabezas pensantes de ninguna empresa es que ignorar el cambio le vaya a hacer pasar de largo ni que lo nuevo vaya a ser mejor desde el día 1.
¿Cómo es posible que, vistas las experiencias en sectores paralelos, las editoriales no reaccionen antes de que ocurra lo inevitable? ¿No han aprendido nada? ¿Por qué no se preparan para el cambio? O mejor aún, ¿por qué no construyen ellas mismas ese cambio que se avecina? ¿Tendrá que llegar Apple o alguna otra compañía externa al sector a definir las reglas del nuevo juego?
Primero fue la industria de la música la que comenzó a sufrir los efectos del intercambio de archivos a escala global a través de Internet. Luego, con el avance de la tecnología aplicado al ancho de banda, fueron las industrias del cine y la TV las que vieron peligrar su modelo de ingresos. Repetir el error de la falta de preparación por 3ª vez podría parecer absurdo, pero la realidad es que la industria de las editoriales de libros está siguiendo ese camino.
Hasta ahora protegidas por la falta de una tecnología realmente usable y reducida en precio que permita leer cómodamente sobre una pantalla, las editoriales se han preocupado poco del fenómeno de la digitalización de los contenidos en texto. Ignoran su existencia, como si no fuese con ellos, y siguen enfocadas en sus páginas y lomos, pretendiendo que sus ingresos pasados asegurasen los futuros. El ejemplo más claro está teniendo lugar en la actual Feria del Libro de Madrid, donde el ebook ha sido literalmente vetado.
Pero la realidad es que los lectores de ebooks son cada vez más comúnes, más baratos y ofrecen una mejor experiencia de usuario. Sin embargo, apenas existen tiendas digitales que ofrezcan ebooks, lo cual provoca que los lectores interesados acudan al intercambio de libros a través de las redes de Internet. Así, se están cimentando las mismas bases que están haciendo temblar hoy en día a las grandes compañías de música y cine, educando a los consumidores a compartir de manera gratuita los contenidos.
Puedo entender que el cambio asuste, que cueste aceptar que hay que cambiar el modelo de negocio hasta casi su misma esencia para poder seguir haciendo dinero en el medio plazo. Pero lo que no pueden pretender las cabezas pensantes de ninguna empresa es que ignorar el cambio le vaya a hacer pasar de largo ni que lo nuevo vaya a ser mejor desde el día 1.
¿Cómo es posible que, vistas las experiencias en sectores paralelos, las editoriales no reaccionen antes de que ocurra lo inevitable? ¿No han aprendido nada? ¿Por qué no se preparan para el cambio? O mejor aún, ¿por qué no construyen ellas mismas ese cambio que se avecina? ¿Tendrá que llegar Apple o alguna otra compañía externa al sector a definir las reglas del nuevo juego?
2 comentarios:
Mucho mejor el formato en árbol muerto, ¿verdad?
Aquí mientras haya un mercado que esté funcionando, nadie hace nada por previsión, pues mira, el eBook será todo lo que ellos quieran y fomentará la piratería y tal y cual, pero es mucho más ecológico que talar medio amazonas para hacer libros que se leen una vez (en el mejor de los casos) y luego se quedan para siempre en estanterías para siempre.
@Hita Totalmente de acuerdo. Hay libros que merecen la pena guardar, pero otros que ganarían mucho en versión digital. Por no hablar ya de los libros de texto, de consulta, etc.
No creo en la muerte del papel, ¡pero si en una drástica reducción en su uso!
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