martes, 18 de enero de 2011

2001 odisea espacial y conceptual

Hace ahora 48 años, tal vez en la primavera del 69, mi amigo Alberto y yo salíamos del cine Albeniz, (ya desaparecido), con la sensación de haber presenciado no una película sino algo mucho mas trascendente.

Naturalmente teníamos entonces dieciseis años o diecisiete, y muchas cosas nos parecían trascendentes, en una época en que el mundo se movía a toda velocidad y en que efectivamente todo cambiaba a nuestro alrededor, excepto en nuestro país, donde el régimen se había petrificado y parecía eterno.

La película era, naturalmente, 2001 una odisea espacial, y tras verla por primera vez lo único que teníamos claro es que "necesitábamos" verla otra vez para tratar de entender lo que quería decir.

Para nosotros, como incipientes aficionados a la ciencia ficción, lo único que quedaba claro es que aquello no era una "simple" película, sino un mensaje cifrado proveniente de un universo conceptual que nada tenía que ver con aquel en que vivíamos dominado por las ideas de la iglesia católica romana.

Allí se decía que la inteligencia no se identificaba con el alma o con la redención, o con Dios en último término, sino que había viajado desde las estrellas proveniente de otra civilización, y que ni estábamos solos ni éramos los elegidos.

Ese concepto, puesto en el año 68/69 era revolucionario, y nada sabíamos de donde provenía.

No conocíamos, ¡faltaría mas!, a Arthur Clarke, ni existía la Cienciología, ni nadie tenía ni remota idea de donde salían dichas nociones.

Entonces los debates eran otros: el capitalismo se había resquebrajado en las calles de Paris y Chicago, y el socialismo en las de Praga. Los regímenes coloniales caían como un castillo de naipes. Los jóvenes se rebelaban en todas partes. Hasta los psiquiatras hacían sentadas para acabar con los manicomios.

De todas formas 2001 provocó docenas de artículos y conversaciones.

¿Que quería decir?

Todo tipo de explicaciones salieron a la luz. Desde las que se hacían desde el campo cristiano, para los que los monolitos no eran otra cosa que una especie de ángeles enviados por Dios, hasta los que reclamaban explicaciones del materialismo histórico.

Y así cada uno se hizo su versión de la película, elevada así a la categoría de manifiesto cultural.

Luego la publicación del libro, y de otros del autor, nos hizo tener a algunos, -los mas perseverantes-, otra versión mas ajustada de las intenciones del autor.

Pero la película quedó como un símbolo, y un icono de una época, (también la de los viajes espaciales), y un paradigma del arte enigmático y conceptual.

Todo esto viene a cuento por el descubrimiento de 17 minutos de metraje inédito, y por la revelación de que el montaje final estuvo precedido por muchas dudas y alguna audición privada nada exitosa, debido a una serie de explicaciones científicas que se incluían como prólogo de la acción.

Así que solo una vez despojada de ciencia y reducida a poesía, la película tomó su forma final, que ahora los estudios, con buen criterio se niegan a alterar.

Seguro que a los fans de 2001 nos gustaría ver los diecisiete minutos y las otras secuencias eliminadas, pero, a veces la magia surge precisamente de la intuición y de la metáfora y es mejor no buscar demasiadas explicaciones.

Los que tuvimos la suerte de vivir aquel momento lo agradeceremos.

2 comentarios:

Álvaro Morejón dijo...

Esa pelicula une mi escritor favorito de ciencia ficción con mi director de cine preferido. Ciertamente me gusta mucho como tal y como está y no me gustaría que la extropeasen con ediciones especiales, metrajes extra, remasterizados... Aunque realmente tengo mucha curiosidad por las escenas nuevas.
Una curiosidad: El propio Clark en la penosa y divergente 3001:Odisea Final, narra como la mera existencia del monolito aniquiló a las religiones y al concepto de Dios...
Es una pena que el libro proponga otros conceptos menos inteligentes, como dinosaurios jardineros... o se copien ideas de Historia del Futuro de Heinlein...

Antonio Cordón dijo...

A mi lo que me parece interesante es la continuidad conceptual llevada a cabo por David Brin, en sus dos trilogías sobre la elevación.

Entiendo que las ideas de Clarke al respecto eran parecidas, aunque confieso no haber leído 3001.

Si la encuentro lo haré.