domingo, 27 de febrero de 2011

La locura santa de Ruiz Mateos

Como sucede con el 23-F, todo el mundo recuerda donde estaba cuando se produjo la expropiación de la primera Rumasa.

Concretamente yo escuché la noticia en un televisor situado en un salón de un ferry que hacía la travesía entre Tenerife y Gomera.

Aquel 28 de Diciembre nos tuvimos que pellizcar para comprender lo que estaba pasando y resistir la sensación de que aquello tenía que ser una broma.

Pero no, era cierto. Allí estaba Miguel Boyer el ministro, super-ministro, de Economía del primer gobierno socialista de la reciente democracia explicando que ante las irregularidades detectadas en las auditorias e inspecciones de Hacienda, y ante el peligro de afectación del conjunto de la economía española, el gobierno había decidido expropiar el Grupo Rumasa.

Después yo llegaría a conocer a uno de los directivos del departamento de informática del Grupo que me contaría como aquella mañana había irrumpido en sus oficinas la policía y los inspectores de Hacienda y les habían echado de sus despachos sin permitirles recoger ni un papel.

De repente aquel poderosísimo grupo que tenía su sede en un conocido edificio en la plaza de Colón de Madrid, (hoy ocupado por Telefónica), había saltado por los aires.

Era muy fuerte, porque eran bancos, empresas como Galerias Preciados, mas de cincuenta mil empleados, y sobre todo porque José María Ruiz Mateos se había labrado una reputación de exitoso hombre de negocios que era capaz de poner en marcha otra vez cualquier empresa en la que el y su equipo ponían el ojo y la mano.

Su carrera no parecía tener freno, era un conglomerado que se expandía como una mancha de aceite, una apisonadora que se atrevía con todo.

Y además era del Opus Dei, la organización católica que tanto había tenido que ver con la última parte del régimen, y con la primera de la democracia.

Todo parecía un complot de la izquierda contra la derecha de toda la vida.

Después nos fuimos enterando de lo que en realidad había pasado.

Y de como los banqueros, comenzando por los del Opus, habían dado la voz de alarma al nuevo gobierno, le habían presentado el caso, y Boyer y Felipe Gonzalez, con la ingenuidad y las ganas de demostrar que ellos eran mas responsables que nadie, habían entrado al trapo y habían tomado una decisión que el anterior gobierno de la UCD no se había atrevido a tomar.

Y es que para los banqueros, las prácticas de Ruiz Mateos eran como los ajos para Drácula.

Porque Ruiz Mateos lo que hacía era utilizar sus bancos para atraer ahorro privado por medio de altos réditos para con ese dinero crecer sin ninguna precaución.

Ahorro convertido en nuevas inversiones sin nunca mirar atrás. Adquisiciones sin freno, confiando en que cualquier empresa bien gestionada podía salir adelante.

Con esa política se había formado un entramado de financiaciones cruzadas en el que los beneficios de unas empresas pagaban las pérdidas de otras y los bancos incurrían en niveles de riesgo muy elevados, puesto que su rol dentro del entramado era simplemente la captación de nuevo capital.

Era una versión curiosa de un esquema Ponzi, pero desde el ánimo mesiánico, no desde la estafa.

Ruiz Mateos se veía a si mismo como un líder llamado a solucionar el gravísimo problema del paro en nuestro país. (Porque esto del paro no es nuevo ni mucho menos).

Lo que siguió fue de traca. El gobierno socialista (que tenía que demostrar que en realidad no era socialista), en vez de dejar las empresas nacionalizadas inició una operación de privatización en un momento en que la economía estaba muy deprimida.

La busca desesperada de compradores fue patética.

Y se cometieron graves irregularidades.

A todo esto Ruiz Mateos pareció enloquecer, (tal vez fuese solo una estrategia de sus asesores), y salia vestido de superman intentando agredir a Boyer, cosa que llegó a hacer.

Finalmente terminó en la cárcel en Alemania, y las fotos de este señor pasando la fregona en una prisión germana dieron la vuelta al mundo.

Pasaron los años, y Ruiz Mateos fué recibiendo parte del dinero que se le debía como justiprecio de la venta de sus empresas, y un día compró el club de fútbol Rayo Vallecano, que pasó a presidir su mujer, (que nunca había visto un partido de fútbol en su vida).

Con esa operación, lo que son las cosas, la familia recuperó un poco de su buen nombre, y comenzó a crear la Rumasa II, centrada en empresas del ramo de la alimentación.

Y hace un par de años comenzaron a anunciar la emisión de pagarés.

Hacienda advirtió de los peligros de semejante emisión y de los tipos de interés que prometía.

Era otra vez la misma historia.

Captar dinero, huir hacia adelante, olvidar la ortodoxia contable, confiar en Dios.

Esta vez no ha ido tan lejos como la primera, y otra vez salen las historias de prácticas oscuras y trapicheos.

Cualquiera que observe a esta familia se da cuenta de que no estamos ante unos estafadores.

Ellos creen en lo que hacen y se enfrentan a un mundo que no les comprende.

Podían vivir muy cómodamente con su fortuna e ir sacando al estado parte a parte del dinero que se les adeuda todavía de la expropiación, (dicen que 18.000 millones), pero no, ellos tienen que cumplir una misión.

Dice Ruiz Mateos que si no fuese por sus creencias , en el caso de que no pueda devolver lo que ha tomado prestado se pegaría un tiro.

La verdad es que yo le creo.

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