martes, 17 de enero de 2012

Los naufragos del Concordia

Cuando en mi adolescencia leía las novelas de Emlio Salgari, me interesaron mucho las de naufragios como son "Los naufragos del Liguria", y "Los naufragos del Obregón", que relataban espantosas catástrofes seguidas de supervivencias llenas de peligros en las que aprendiamos aquello de que el capitán de un barco es una persona de respeto que solo abandona el barco cuando este se hunde como una piedra en las negras aguas del oceano.

Solían ser aquellos naufragios producto de tormentas tropicales, vientos huracanados, maremotos, arrecifes coralinos invisibles, nieblas densas, rayos que partían el mastil, y así, y terminaban en islas remotas, costas desoladas o acantilados mortíferos.

Por eso el naufragio del Costa Concordia nos ha dejado tan sorprendidos.

Es verdaderamente sorprendente que un barco como un centro comercial naufrague a 150 metros de la costa de Liguria en un día de calma chicha y contando con radares y cartas nauticas que registran hasta las arenillas de la playa.

Y mas aún que en un accidente como ese mueran veinte personas por la incompetencia de la tripulación, que se ve estaba mas preparada para servir copas y hacer el payaso que para la navegación.

Me imagino el estupor de la empresa que ha botado un monstruo como el Concordia, que debe costar una pasta, y ver como se hunde sin que nadie pueda hacer nada.

Y luego el capitán de la cosa, que va el tio y se larga en el primer bote y se coge un taxi en el pueblo cercano para alejarse del suceso.

¡Y lo primero que hace es llamar a su mamá!

Hay que resistirse a los esterotipos, pero es que resulta todo ¡tan italiano!

Pero también los pasajeros, que lo dejan todo atrás, menos la cámara de video, y van filmando mientras se agarran unos a otros para no caerse.

Y sobre todo que se acuerdan de la película "Titanic" y se sienten, mas que víctimas, protagonistas de un "re-make" cinematográfico.

Y yo me pregunto:

Cuando ficharon a ese capitán, ¿nadie le hizo unos test de personalidad?

La tripulación, ¿no habría recibido entrenamiento?

¿Por qué tardaron horas en asumir lo que pasaba?

¿Por que la compañía armadora todavía defendía al capitan horas después del suceso?

Ya hemos hablado de esto en otras ocasiones, pero la respuesta a todas estas preguntas está en la incapacidad creciente de las personas para aceptar la realidad, y sus consecuencias.

Una tendencia social que se manifiesta contínuamente y que nos lleva a no distinguir entre películas y videojuegos y manifestaciones de la naturaleza y a exigir a las autoridades que nos resuelvan todos los problemas sin ningún esfuerzo por nuestra parte.

Cuando se mezclan incompetencia profesional, incapacidad para aceptar la realidad, cobardía moral y alienación, puede ocurrir que un idiota lleve un barco de cinco pisos a 150 metros de la costa para saludar con la bocina a los del pueblo mas cercano.

Puede suceder que este idiota salga pitando para no ver lo que ha provocado, y que el resto de la tripulación se quede paralizada, y puede ser que termine en tragedia lo que no era sino el intento de emular "Vacaciones en el mar".

1 comentario:

Antonio Cordón dijo...

Leo el blog "El respeto a los muertos" que habla de los sucesos de Vitoria.

Efectivamente Fraga estuvo involucrado, como en los casos de Grimau y Ruano.

Fraga siempre se creía su personaje.

Cuando era fascista y cuando fué demócrata.

Era sobre todo un egolatra.

Pero un ególatra honrado, también hay que decirlo.