sábado, 23 de junio de 2012

El adios de Divar

Esta entrada tenía que haber sido escrita ayer pero la pereza pudo mas que mi voluntad, y mi adiós a Divar, el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, se quedó en un acto frustrado.

Pero quería glosar a este personaje que también representa a esas castas de superfuncionarios españoles que consideran, desde hace siglos, que pueden hacer lo que les de la real gana, y que se aprovechan de dos cosas.

Primero de la inmadurez democrática de los españoles, que somos extremadamente tolerantes a las corruptelas, e incapaces de entender que el dinero público es NUESTRO.

En segundo lugar las leyes y normas que rigen a estos cuerpos de privilegiados, que son sencillamente feudales, y otorgan a una serie de personas condiciones de vida que son absolutamente incompatibles con la democracia, la decencia y el sentido del pudor.

Porque cuando Divar se va diciendo que no ha cometido ninguna irregularidad, está diciendo una verdad como un templo.

Efectivamente, a el la ley y los reglamentos de otorgaban el poder de disposición de dinero público, o sea, NUESTRO, para irse de fines de semana caribeños, para cenar y comer en restaurantes de lujo, para vivir en casas que con sus sueldos no podrían pagarse, y para vivir por encima de todos los demás ciudadanos y considerarse superiores por derecho del cargo que ocupan.

Todos estos señores, y señoras, no comprenden que viven de NUESTRO dinero, y que están a NUESTRO servicio.

Y que por tanto tienen que responder de lo que hacen y de como lo hacen.

Uno de los mayores males de nuestro desgraciado país son los cargos vitalicios, que deberían desaparecer ya.

¡Pero ya mismo!  

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