Nada sorprende el titular que propone el diario elmundo en su edición digital: "Los jóvenes españoles pasan más tiempo en la Red que viendo la televisión".
Nada sorprendente al menos para los jóvenes, que viven esta realidad social de primera mano. E igual que hablan de los españoles en el artículo, la aserción se podría extender a cualquier país europeo, e incluso me atrevería a decir que a la mayoría del globo.
Consideremos por separado las tres partes que componen la frase:
Por un lado, los jóvenes. Está claro que son el estrato más dinámico de la sociedad, más anhelante del cambio, dispuestos a aceptar y asimilar rápidamente cualquier novedad. La sociedad de la información se construye sobre ellos, ya que son sus principales promotores y destinatarios a la vez. Según este estrato vaya ganando peso en la sociedad, esta nueva forma de entender el mundo se irá más y más involucrando en nuestras vidas. Su paso es inexorable.
Por otro lado tenemos la Red, que poco a poco se va haciendo un hueco en nuestros hábitos de consumo. Con la Web 2.0 tenemos una Internet cada vez más hecha por los usuarios, para los usuarios. No es de extrañar pues, que cada vez guste más y le dediquemos más tiempo.
Y finalmente tenemos la televisión, instrumento de entretenimiento "del pasado". Una televisión que está sufriendo sensiblemente esta migración de costumbres, y que a ello se va adaptando. Cada vez se enfoca más en su público fiel, la gente más mayor, creando un círculo vicioso que va dejando más de lado al joven. Es una relación condenada al ostracismo desde ambas partes.
Internet gana peso. Los medios tradicionales lo pierden. ¿Del todo? No, nunca. Siempre habrá hueco para la televisión y la prensa, igual que lo hay para la radio. Pero que a nadie sorprenda que ese hueco será cada vez más pequeño.
Nada sorprendente al menos para los jóvenes, que viven esta realidad social de primera mano. E igual que hablan de los españoles en el artículo, la aserción se podría extender a cualquier país europeo, e incluso me atrevería a decir que a la mayoría del globo.
Consideremos por separado las tres partes que componen la frase:
Por un lado, los jóvenes. Está claro que son el estrato más dinámico de la sociedad, más anhelante del cambio, dispuestos a aceptar y asimilar rápidamente cualquier novedad. La sociedad de la información se construye sobre ellos, ya que son sus principales promotores y destinatarios a la vez. Según este estrato vaya ganando peso en la sociedad, esta nueva forma de entender el mundo se irá más y más involucrando en nuestras vidas. Su paso es inexorable.
Por otro lado tenemos la Red, que poco a poco se va haciendo un hueco en nuestros hábitos de consumo. Con la Web 2.0 tenemos una Internet cada vez más hecha por los usuarios, para los usuarios. No es de extrañar pues, que cada vez guste más y le dediquemos más tiempo.
Y finalmente tenemos la televisión, instrumento de entretenimiento "del pasado". Una televisión que está sufriendo sensiblemente esta migración de costumbres, y que a ello se va adaptando. Cada vez se enfoca más en su público fiel, la gente más mayor, creando un círculo vicioso que va dejando más de lado al joven. Es una relación condenada al ostracismo desde ambas partes.
Internet gana peso. Los medios tradicionales lo pierden. ¿Del todo? No, nunca. Siempre habrá hueco para la televisión y la prensa, igual que lo hay para la radio. Pero que a nadie sorprenda que ese hueco será cada vez más pequeño.
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