lunes, 12 de enero de 2009

La crisis de Satyam y los límites de la competencia

Cuando el consejero delegado de la empresa india Satyam, dimitía inesperadamente, tras una confesión pública de haber amañado las cuentas de su compañía durante los últimos trimestres, y el nuevo consejero admitía enfrentarse a una crisis de proporciones gigantescas, no solo se tambaleaba una empresa de servicios TIC en un país emergente. Lo que se tambaleaba era una forma de hacer negocios en el sector de las tecnologías de la información, que como tantas cosas en el reciente pasado, sencillamente se habían pasado de rosca.

El recurso a la subcontratación de los servicios informáticos, y despues de toda la administración informatizable de una empresa, es algo que teoricamente funciona, pero que en la práctica, supone una pérdida de la capacidad de dicha empresa para prestar servicios de calidad a sus clientes, que es al fin y al cabo para lo que estan las empresas. ¿O no?

Pues no, naturalmente. En estos últimos años de locura especulativa, las empresas han pasado de orientarse a la satisfacción del cliente, a orientarse a la satisfacción del accionista.

Y en nombre del mencionado accionista, desconocido casi siempre, o escondido tras fondos de inversión, plataformas financieras o nombres enrevesados, se han cometido una serie de fechorias, que ahora comienzan a aflorar.

La competencia brutal creada en torno a los servicios TIC, es uno de los ejemplos mas sangrantes de dichas prácticas de los sabios financieros.

Cuando una empresa que realiza estos servicios para un tercero tiene que renegociar un contrato, o cuando tiene que pugnar por conseguirlo, ya sabe lo que tiene que hacer: poner sus precios por los suelos. Perder dinero si hace falta.

Porque si no ahí están los indios, o los chinos que trabajan por nada.

Y luego si consigues el contrato viene la lucha por conseguir rentabilidad: pagar sueldos miserables, imponer horarios salvajes y minimizar los costes de la operación.

Y sabes que cuando llegue la renegociación te van aplicar la bota malaya: siempre reducir los precios.

La empresa que subcontrata quiere ahorrar costes, y claro tu estás al final de la cadena alimenticia del sector: o lo haces mas barato o mueres.

Nadie se preocupa por la calidad: de boquilla si, pero al final lo que cuenta es el recorte.

Y si no los indios, etc.

Pero, ¿que pasa si ya eres tu el indio?

Pues que tienes que ofrecer precios mas bajos cada día, y si tus ingenieros trabajan por 300 dólares, pues a 250.

Y como tu también te conviertes en un gigante, y comienza a llegar el capital corporativo, y con él, los analistas financires y la presión por ofrecer resultados con crecimientos del 30% anual, pues a ver como cuadras el círculo.

Solución: mentir.

Entonces los analistas financieros se rasgan las vestiduras, a ti te fusilan, y viene otro consejero delegado, y etc, etc.

Mientras todo el andamiaje administrativo de las grandes empresas queda en manos de una pobre gente condenada a trabajar mas por menos cada año.

Y luego nos extrañamos que pasen desastres.

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