Esta mañana sentado junto al ventanal de mi hotel en Bruselas, leía El País mientras intentaba desayunar un revuelto de huevos no muy apetitoso.
La camarera, colombiana, me hablaba en español así que todo era familiar.
Leía sobre Obama, como todo el mundo, y me acordaba de la recreación de la primera inauguración de presidencia, la de George Washington, recreada recientemente en la serie sobre el segundo presidente, es decir, John Adams.
La ceremonia actual es recreación de aquella, y la idea era sencilla. El presidente jura delante de los vecinos de la ciudad, reunidos delante de una balconada, que entonces era del ayuntamiento, y hoy la del Capitolio.
De ayer a hoy lo que ha cambiado es que esos vecinos somos todos. Gracias a los medios de comunicación y a una idea de mundialización creciente, todo el planeta se siente concernido.
Hemos asistido a esta ceremonia no como curiosos, sino como si fuera algo nuestro.
Es un cambio muy profundo el que se ha producido en el mundo en estos dos últimos siglos, y no podemos evitar preguntarnos a donde vamos.
Es lo que se ha preguntado también Juan Luis Cebrian, consejero delegado del grupo Prisa, quien en una lúgubre reflexión afirma que el futuro de los periódicos impresos está comprometido, y que no sabe si seguirán existiendo dentro de quince años.
De momento ha fusionado las redacciones del periódico papel y el digital, para ahorrar costes en estos momentos críticos para los medios debido a la caida de la publicidad.
No de otra manera podemos juzgar la entrada del magnate mejicano Carlos Slim en el New York Times. El viejo mundo de los medios se tambalea.
Mientras Google se topa con los derechos de autor literarios (aquí todo el mundo corre tras su parte del pastel), y el presidente de la Sgae dice que los medios mienten y por eso tiene problemas.
Desde luego la crisis nos está dando fuerte.
miércoles, 21 de enero de 2009
Reflexiones bruselenses
Publicado por Antonio Cordón a las 20:04
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