Otra de los múltiples posts que me hicieron reflexionar entre todo lo que leí durante las recientes vacaciones fue este texto del blog ZonaFandom. En él se trata sobre el cómic digital y se reflejan sus ventajas y desventajas frente al cómic en papel de toda la vida. En el fondo es una reflexión bastante similar a la que nos podemos encontrar con la música y el vídeo: ¿formato digital o físico?
Lo que yo creo es que cada uno tiene su uso y su función, siendo la principal diferencia la experiencia de usuario. Porque, como ya decía un profesor mío del máster, no hay que olvidar que, al final, los seres humanos consumimos en analógico. Y si bien los formatos digitales son geniales para la creación y distribución de contenidos, en la mayoría de los casos la experiencia física está mucho más alineada con el consumo analógico.
Me explico: un libro normalmente se disfruta más en "formato libro" que desde un lector digital; vivir un concierto es mucho mejor que ir escuchando música en tu iPod; ver una película en un cine perfectamente preparado en calidad de imagen y sonido con tus amigos proporciona sensaciones mucho más gratificantes que ver la misma película tú solo en casa con tu portátil; y así podríamos seguir.
Lo que también tengo claro es que los contenidos digitales no pueden ser cobrados. No porque no tenga coste desarrollarlos, sino porque no hay escasez inherente al formato. Replicar un archivo mp3 tiene coste cero, y su distribución igual. Por lo tanto, ese archivo no puede tener precio, lo cual no hay que confundir con valor. Estos contenidos digitales no sirven sólo para dar a conocer a artistas, personajes, escritores, marcas... tradicionalmente el uso más argumentado. Hay mucho más allá, ya que de esta manera el consumidor puede tener a su alcance muchos más contenidos, extendiendo sus colecciones en el tiempo y el espacio, pudiendo probar y descubrir cosas nuevas.
Ahora bien, muchos argumentan que si una persona tiene acceso a los formatos digitales, nunca gastarán dinero en esos mismos contenidos. Y yo me niego a creer eso. Ya no sólo porque, como ya he comentado, la experiencia es radicalmente distinta. Sino también porque a la gente le gusta "tener" esos contenidos. A la gente le gusta mirar sus estanterías y ver libros, discos o películas. Porque esos contenidos que él ha elegido comprar, le definen como persona, igual que le define el cuadro que ha colgado en su salón. "Tener" es una parte fundamental de "vivir", al menos en nuestro modelo de vida.
Al final todo se reduce a economía y marketing básico, con la teoría (y la práctica) de la segmentación de precios. Contenidos gratis (recordemos el coste de su réplica y distribución: cero) para aquellos que, por unos motivos u otros, no quieran pagar: afán de coleccionismo, duda, desconocimiento, prueba, etc. Y diferentes costes en función de las diferentes experiencias ofertadas y lo "especial" que se quiera sentir el cliente/consumidor: un precio para los contenidos digitales con una calidad y nivel de servicio asegurados; mayor precio para otras experiencias digitales; mayor precio por cajas y ediciones físicas; mayor precio por contenidos en vivo; etc. Ahí todo un mundo de posibilidades por explorar, y tengo muy claro que la gente no va a dejar de pagar por los contenidos, porque no son iguales la experiencia digital que la física.
Lo que yo creo es que cada uno tiene su uso y su función, siendo la principal diferencia la experiencia de usuario. Porque, como ya decía un profesor mío del máster, no hay que olvidar que, al final, los seres humanos consumimos en analógico. Y si bien los formatos digitales son geniales para la creación y distribución de contenidos, en la mayoría de los casos la experiencia física está mucho más alineada con el consumo analógico.
Me explico: un libro normalmente se disfruta más en "formato libro" que desde un lector digital; vivir un concierto es mucho mejor que ir escuchando música en tu iPod; ver una película en un cine perfectamente preparado en calidad de imagen y sonido con tus amigos proporciona sensaciones mucho más gratificantes que ver la misma película tú solo en casa con tu portátil; y así podríamos seguir.
Lo que también tengo claro es que los contenidos digitales no pueden ser cobrados. No porque no tenga coste desarrollarlos, sino porque no hay escasez inherente al formato. Replicar un archivo mp3 tiene coste cero, y su distribución igual. Por lo tanto, ese archivo no puede tener precio, lo cual no hay que confundir con valor. Estos contenidos digitales no sirven sólo para dar a conocer a artistas, personajes, escritores, marcas... tradicionalmente el uso más argumentado. Hay mucho más allá, ya que de esta manera el consumidor puede tener a su alcance muchos más contenidos, extendiendo sus colecciones en el tiempo y el espacio, pudiendo probar y descubrir cosas nuevas.
Ahora bien, muchos argumentan que si una persona tiene acceso a los formatos digitales, nunca gastarán dinero en esos mismos contenidos. Y yo me niego a creer eso. Ya no sólo porque, como ya he comentado, la experiencia es radicalmente distinta. Sino también porque a la gente le gusta "tener" esos contenidos. A la gente le gusta mirar sus estanterías y ver libros, discos o películas. Porque esos contenidos que él ha elegido comprar, le definen como persona, igual que le define el cuadro que ha colgado en su salón. "Tener" es una parte fundamental de "vivir", al menos en nuestro modelo de vida.
Al final todo se reduce a economía y marketing básico, con la teoría (y la práctica) de la segmentación de precios. Contenidos gratis (recordemos el coste de su réplica y distribución: cero) para aquellos que, por unos motivos u otros, no quieran pagar: afán de coleccionismo, duda, desconocimiento, prueba, etc. Y diferentes costes en función de las diferentes experiencias ofertadas y lo "especial" que se quiera sentir el cliente/consumidor: un precio para los contenidos digitales con una calidad y nivel de servicio asegurados; mayor precio para otras experiencias digitales; mayor precio por cajas y ediciones físicas; mayor precio por contenidos en vivo; etc. Ahí todo un mundo de posibilidades por explorar, y tengo muy claro que la gente no va a dejar de pagar por los contenidos, porque no son iguales la experiencia digital que la física.
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