lunes, 2 de febrero de 2009

Davos

Davos es una pequeña ciudad suiza, en la que transcurre la célebre novela de Thomas Mann, "La montaña mágica".

En dicha novela unos personajes diletantes y tuberculosos discuten hasta la saciedad sobre lo divino y lo humano, mientras mas allá de la montaña la vida real sigue su curso.

No se si se eligió esta localización para el World Economic Forum, por simpatía con ese precedente literario, o simplemente por razones de seguridad, pero el caso es que esta reunión de las mentes mas preclaras del mundo, con su mezcla de líderes políticos, empresariales, bancarios, y periodistas, a los que se añaden actores y cantantes, en su condición de líderes sociales, tiene bastante de conversación diletante, es decir poco práctica.

Este año tocaba reflexión, y claro de eso ha ido la cosa, sobre todo porque todos estos años atrás se hablaba de crecimiento sin límites, y de lo bien que nos iba, y de que había que salvar al planeta, y a los pobres, etc.

Cuando se habla así, es que no se piensa seriamente hacer nada ni por el planeta ni por los pobres.

Pero ahora todo el mundo mira con inquietud el número creciente de parados, y sobre todo el número creciente de personas de la clase media, en los países avanzados, que pierden sus posibilidades de consumo y la esperanza en una jubilación soleada, así como las expectativas de que sus hijos vivan mejor que ellos.

Ese ejército de parados y subempleados, que está comenzando a inquietarse y a manifestarse, y que a medida que se vayan agotando los recursos del desempleo y los subsidios, van a empezar a mostrar su cólera. (Cómo ya está ocurriendo en algunos países).

Alguno de los participantes en esta cumbre ha dicho que hay que urgir a los gobiernos a tomar medidas para evitar los despidos masivos y imponer a los analistas financieros que no penalicen a las empresas que no despiden.

Como esto mismo lo he dicho yo desde hace años, y como sé positivamente que no se va a hacer, y que las empresas seguirán despidiendo como única forma de sobrevivir, y mostrando sus beneficios como única forma de hacer visible su éxito, creo que vamos a vivir tiempos difíciles, y que particularmente en Europa, la gente va a andar muy cabreada.

Hace años se pactó en Lisboa una agenda de medidas para fomentar la competitividad de nuestros países. Ahora se va a revisar.

No solo hemos avanzado poco o nada, sino que nuestras empresas tecnológicas viven momentos de angustia, y los operadores de telecomunicaciones, que se suponían las locomotoras del avance, están a la espera de una regulación aceptable.

Y mientras tanto, operadoras e industrias despiden a miles de empleados cada año.

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