jueves, 12 de febrero de 2009

Por las calles de Madrid

Aprovechando mi recién lograda independencia de los horarios empresariales, me paseo mucho más y por sitios antes no transitados, y he percibido un repunte de la venta mantera, que no me imaginaba.

Coincide esta percepción con el renovado debate sobre la despenalización de esta actividad, debido a que el número de personas encarceladas por este motivo ha llegado a un límite poco tolerable, sobre todo teniendo en cuenta que parece ser mas grave vender copias piratas que atropellar a una persona y salir zumbando.

Como siempre he mantenido en este blog, y en cualquier sitio, que me parece que los contenidos deben encontrar una forma de ser remunerados, y que me parece que esa forma no puede ser la de criminalizar a la mayor parte de la población, me parece que va llegando el tiempo de sentarse y pensar.

Y ese diálogo no puede ser el monólogo de la SGAE, ni el discurso ácrata del todo gratis.

La cuestión se está complicando porque el lobby de los autores tiene tanto poder en el posicionamiento de los políticos, que estos solo vén por sus ojos, lo que lleva a situaciones como las de los manteros encarcelados, y puede llevar a otra de internautas encarcelados a continuación.

En este debate hacen falta voces moderadas que pongan encima de la mesa que efectivamente hay que pagar por los contenidos, pero que los precios actuales no son realistas.

En un mundo en crisis, la búsqueda de soluciones baratas a las necesidades de consumo van a estar a la orden del día, y la diferencia entre el estilo de vida de los artistas y el de sus fans es ya obscena, y no puede conducir a nada bueno.

El otro día escuchaba a uno de estos artistas asumir que caen antipáticos, en referencia al asunto de los derechos de autor, y no deja de ser paradójico que artista y público se encuentren tan alejados.

El debate del pago por los contenidos tiene que trascender a los que están directamente implicados, o de lo contrario los maximalismos no nos dejarán avanzar.

Y por el camino una serie de personas, que no son delincuentes, van a ser triturados por unas leyes que echan un pestazo insoportable a instrumentación de los derechos (y privilegios), de una minoria.

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