No voy a glosar mas que de refilón, la célebre novela de Malcolm Lowry en la que un desesperado consul británico se autodestruye poco a poco ante la impotencia de sus allegados, bajo la sombra ominosa de los volcanes mejicanos.
Voy a hablar de las tres lecciones que se deducen de la erupción del volcán islandes Eyjafjalia, y la consiguiente nube de ceniza que ha obligado a cerrar el espacio aéreo europeo, y ha provocado un caos como no se recordaba, con millones de personas afectadas y pérdidas económicas aún sin evaluar completamente.
La primera lección es que la naturaleza existe.
Nos empeñamos en minimizar su existencia colocando entre ella y nosotros ingentes capas de tecnología, infraestructuras y sicología postmoderna, pero de vez en cuando nos arrea una patada y nos pone en nuestro sitio.
La segunda lección es sobre los principios de precaución y la aversión al riesgo de las sociedades modernas, que conducen a decisiones exageradas aunque inevitables.
Ningun jefe de estado europeo hubiera podido hacer otra cosa que cerrar los espacios aéreos una vez que hubo un informe, por teórico que fuese, que indicaba la existencia de un riesgo para los vuelos en la zona afectada por la nube de ceniza.
Nadie podría haber ignorado dicho informe y nadie hubiese sido capaz de soportar la presión de los medios,...y de las compañías de seguros.
Los mismos tertulianos que claman hoy contra la "burocracia bruselense", hubiesen chillado como posesos en caso de accidente contra los "insensatos capitalistas".
La tercera lección es sobre el tamaño de Europa.
Somos muy pequeños. Ya se vió en el accidente de Chernobil, cuando la radioactividad viajó desde Ucrania hasta España e Italia en una horas.
Ahora un volcán islandes ha cubierto la mayor parte de la UE igualmente en horas, y ha interrumpido unos tráficos de personas y mercancias que son ya considerados por todos como domésticos.
Hoy es normal que un alemán tenga casa en Mallorca, o que estudiantes de cialquier país pasen el finde en otro.
Pero nuestros gobiernos se obstinan en mantener la ficción de los estados y eso hace que nuestra respuesta a las crisis sea muy lenta.
Los europeos tenemos que revisar tanto nuestro concepto del riesgo y el estado del bienestar como que partes de la soberanía de los estados tienen que supeditarse a la realidad de la unión.
El consenso está bien para algunas cosas, pero cuando hay que tomar decisiones hay que ir mas rapidito.
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