Que buen día el de jueves santo para escribir sobre la pasión que está sufriendo la iglesia católica en relación al florecimiento de denuncias sobre abusos cometidos sobre menores (masculinos), a lo largo de los últimos cincuenta años. (Los cometidos antes se han diluido en el mar del tiempo).
Que poco se imaginaban los que lanzaron la cruzada contra la pederástia en la red lo que iban a provocar con su maniobra.
Y que poco se imaginaban los obispos la que se les venía encima.
Que mejor que la pederástia para arrojar una sombra de duda sobre los tráficos de contenidos en la red.
Quien podría oponerse a una investigación rigurosa de lo que nos intercambiamos por las redes, si de lo que se trata es de salvar la inocencia de niños esclavizados por sus progenitores o por traficantes sin escrúpulos.
Hay que ver la cantidad de redes de intercambio de fotografías y vídeos pederastas que la policia ha conseguido desmantelar en los últimos años.
No podía imaginar yo que hubiera tanto aficionado a la niñez y la pubertad.
¡Y además aquí en España!
Claro que la operación se desarrollaba en muchos países, como Irlanda, Austria, Alemania, Estados Unidos, Australia y allá donde se piratea.
Y las durmientes víctimas de ataques sexuales en los años cincuenta y sesenta y posteriores veían como el crimen cometido contra ellos se había convertido no ya en algo vergonzoso que había que ocultar, sino en un movimiento contra el mismísimo MAL, encarnado en aquellos profesores, alumnos mayores, curas de sacristía, que descargaban sus traumatizadas mentes en quienes no tenían posibilidad de defenderse.
Y comenzaron las denuncias, y ahora es un rio que no hay quien lo pare.
No hay día sin denuncia, y estas llegan hasta el mismo Papa de Roma, acusado de no haber tomado medidas en casos que le habían sido comunicados.
En el mundo intercomunicado cada vez es mas difícil mantener los secretos guardados del escrutinio público, pero lo cierto es que además resulta muy complicado prever como va a evolucionar una historia una vez que se pone en movimiento.
Ni quienes van a ser las víctimas colaterales.
Tendría su gracia que por establecer el principio del derecho a la intervención de las redes nos cargásemos a la iglesia católica que ha resistido durante casi dos mil años todo tipo de tribulaciones.
jueves, 1 de abril de 2010
Pederastia, pasión y tribulación en la red
Publicado por Antonio Cordón a las 20:13
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