sábado, 22 de mayo de 2010

En Islandia bajo el volcán

Recién llegado de Islandia, no me resisto a trasponer aquí algunas impresiones de este extraño país, hasta hace bien poco paradigma de la banca digital, y hoy ejemplo de la caída del mundo de los derivados financieros y de la incertidumbre consiguiente.

Resulta llamativo que un país que no deja de ser una verruga en el Atlántico norte, allá donde chocan las placas tectónicas euro-asiática y americana, se convirtiese en uno de los de mayor renta per cápita del planeta.

Al fin y al cabo hasta ahora solo era conocido por sus exportaciones de bacalao, (que por cierto se dice así allí también), y por la pesca de ballenas, ya que cualquier otra cosa es bastante dificil en un territorio cubierto en su mayoría por las coladas de lava de las sucesivas erupciones y por glaciares.

Todavía pueden verse los símbolos de la recién pasada grandeza en forma de enormes todo-terreno de ruedas gigantescas y de suntuosas sedes bancarias producto de arquitectos de moda en la ciudad de Reykjavik, capital y única ciudad.

Pero otra cosa puede verse.

Allá donde fuimos, incluidas granjas y hoteles pequeños en lugares recónditos, por todas partes había ordenadores y conexiones a internet, a menudo disponibles de forma gratuita.

Incluso en restaurantes, hay puestos de ordenador conectados para que los clientes puedan consultar lo que deseen entre plato y plato.

Camareros, granjeros, viandantes, todos están conectados.

No hemos tenido que utilizar dinero ni una sola vez en todo el viaje.

Es la primera vez en mi vida de viajero que he estado en un país sin haber tenido que cambiar moneda o utilizar billetes para nada.

En todas partes se puede pagar con tarjeta.

Parkings, restaurantes, gasolineras perdidas en lugares desiertos, importes pequeños o grandes: la tarjeta de crédito es aceptada sin mas.

Nos hemos marchado del país sin conocer el color de sus billetes.

Por otra parte la gente te ayuda en tus relaciones con las máquinas, entre otras cosas porque las instrucciones suelen estar en islandes, lo que resulta bastante inconveniente. Y te ayuda sin que tengas que pedirlo.

Y casi todo el mundo, (todos los jóvenes), hablan ingles. Incluso los mas paletos de los campesinos.

Por supuesto el móvil funciona no solo en todo el territorio, sino también en sus aguas territoriales como yo mismo pude experimentar cuando sonó en medio de un avistamiento de ballenas, para confirmarme una cita médica de mi madre. (Esto del móvil es un milagro que no calibramos en su justa medida).

Mientras en volcán sigue arrojando su nube de ceniza los islandeses se preocupan mas por sus deudas financieras que por los desastres telúricos, y es que a estos están acostumbrados, pero a tener que devolver a los fondos de pensiones británicos los dineros que se esfumaron en los sumideros virtuales tienen que hacerse por vez primera.

En Islandia la vida es muy cara y bastante dificil y los islandeses se despiertan del sueño del dinero digital para encontrarse de nuevo con el bacalao y las ovejas.

El turismo puede ayudarles y la verdad es que merece la pena el viaje.

Animaros.

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